Máxima devuelve el brillo a la monarquía de Holanda

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SOCIEDAD

KOEN VAN WEEL

La argentina ha recorrido un arduo camino hasta demostrar que está preparada para reinar

26 abr 2013 . Actualizado a las 14:41 h.

Con su carismática sonrisa, la argentina Máxima es uno de los miembros más luminosos de la Casa de Orange, pero para llegar allí ha tenido que recorrer un arduo camino hasta demostrar que está preparada para ser reina consorte de Holanda.

Hace once años, esta pequeña y rica monarquía europea la recibió con preocupación debido al pasado de su padre, Jorge Zorreguieta, alto funcionario de la dictadura argentina (1976/1983). El Parlamento holandés estuvo a punto de impedir su enlace con Guillermo Alejandro, quien el martes se convertirá en rey de Holanda, tras la abdicación de la reina Beatriz. Finalmente se casaron en febrero del 2002, eso sí, sin la presencia de los padres de la novia, que tampoco irán a la ceremonia de coronación.

«La tenacidad, el empeño y la ambición de Máxima, con su simpatía desbordante, terminaron por convencer a los holandeses, al punto de que hoy es uno de los miembros más populares de la Casa de Orange», según cuenta Gonzalo Álvarez Guerrero, autor de Máxima, una historia real.

Esta «plebeya latina dio brillo a la monarquía de Holanda», añadió.

Máxima, que cumple 42 años el 17 de mayo, se adaptó a sus obligaciones reales en tiempo récord: aprendió holandés, la historia y las leyes del país y una lista interminable de reglas de protocolo y etiqueta. Para satisfacción de los holandeses y de la prensa rosa, en sus primeros cinco años de matrimonio tuvo tres hijas (Amalia, Alexia y Ariana).

Los que la conocen desde su infancia cuentan que desde niña fue «ambiciosa, segura de sí misma y vital». «De chiquitita era divina y tenía una simpatía que conquistaba a todo el mundo. Con esa misma simpatía conquistó a los holandeses», cuenta una amiga de sus padres, que describe a Jorge Zorreguieta como «un dandy argentino con una personalidad avasalladora que heredó Máxima».

La transición de un apartamento del coqueto Barrio Norte porteño de 120 metros cuadrados donde vivió durante su infancia y adolescencia, a un Palacio de gigantescas dimensiones en La Haya parece no haber sido nada traumática. Sus padres, de la clase media-alta, pero «no adinerados» según la amiga de la familia, hicieron esfuerzos para enviarla al Colegio Northlands, uno de los más exclusivos de Buenos Aires, en esa época únicamente para niñas de las familias más tradicionales de Argentina.

Y gracias a su selecto círculo de amigas del Colegio conoció en 1999 al príncipe Guillermo Alejandro, en la Feria de Sevilla. «Maxima fue una muy buena amiga. Absolutamente todo el mundo la quería. Yo siempre supe que iba a llegar lejos, nunca imaginé que tanto», contó una amiga del Colegio.

Pero llegar a la cima de la aristocracia europea no fue el único logro de Máxima. La argentina se licenció en Económicas en la Universidad Católica Argentina y en 1996 se trasladó a Nueva York, donde trabajó en el banco HSBC, en el Dresdner Kleinwort Benson y en el Deutsche Bank.