Un lucense recorre el Camino Francés con una rueda de afilar

Xosé Ramón Penoucos Blanco
x. r. penoucos SARRIA / LA VOZ

SOCIEDAD

Daniel Aguilar partió de Burgos y llegará a Santiago este fin de semana

23 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El mito de que los ourensanos son afiladores y paragüeros está sufriendo un durísimo golpe en el Camino Francés debido a la iniciativa de un lucense que peregrina desde Burgos empujando, y también frenando, una rueda de afilar. Para que no haya dudas sobre su procedencia, Daniel Aguilar porta un cartel de madera en el que se puede leer en letras de considerable tamaño: «Ser de Lugo, ser de lujo».

Para los que no lo conozcan, Daniel Aguilar es padre de la olímpica maratoniana gallega Sandra Aguilar y del atleta Eldo. Inició su periplo en julio. La aventura comenzó bien, pero a los pocos días se dio cuenta de que subir resultaba relativamente fácil, pero bajar frenando continuamente tanto peso era complicado y decidió hacer una pausa para modificar su creación y dotarla de un freno más adecuado. Después de pasar por boxes, la tarazana -como él recalca que se denomina correctamente el artilugio- ya estaba preparada para seguir adelante y volvió a retomar la ruta con la intención de llegar a Santiago el próximo fin de semana. «Bajar la rueda era incontrolable y hubo que modificarla para seguir adelante», precisa antes de aclaran que, aun así, la aventura está solo al alcance de unos pocos.

Con más de treinta grados, la presencia de un hombre de poblada barba blanca empujando una enorme rueda de madera es una de las grandes atracciones del Camino estos días. «No hay duda de que soy el peregrino al que sacan más fotografías, con notable diferencia», sostiene Daniel Aguilar, que explica entre sonrisas que algunos compañeros de ruta confunden la rueda con «esa especie de bicicleta con cuernos que utilizan los toreros para entrenarse».

Lo que no ha conseguido este lucense es cumplir con uno de los dichos más extendidos por Castilla, el que asegura que siempre llueve un día después de que pase el afilador. Al menos en su caso, el intenso calor no dio tregua.

El veterano lucense, que continúa practicando su deporte de toda la vida, el atletismo, reconoce que no tiene demasiada pericia a la hora de afilar cuchillos, pero durante su periplo por el Camino ha solucionado más de una merienda a algún peregrino. «En una ocasión observé cómo un compañero intentaba pelar una fruta con un cuchillo sin filo y solo conseguía destrozarla. Antes de que acabara por completo la manzana probamos a afilarlo y por lo menos conseguimos que cortara», comenta Aguilar.