La ostra resiste al aburrimiento

La Voz

SOCIEDAD

La rúa da Pescadería es un punto de encuentro de vigueses y turistas

03 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En la parte de atrás del hotel Bahía de Vigo hay un mundo paralelo. Es A Pedra, donde conviven la vida falsificada y la gastronomía auténtica. «Servinlle ostras a Antonio Machín e, por certo, gustáronlle ben». Lo cuenta Isaura Pérez, que es de Ponte Sampaio y lleva sesenta años abriendo bivalvos en plena calle. Isaura, que ya ha cumplido los 78, desnuda ostras con la misma precisión y rapidez que los robots de la Citroën ensamblan furgonetas. Los turistas pasan y miran, se retratan, se dejan tentar por el producto en mayor o menor medida...

La calle de las Ostras de Vigo ni siquiera se llama así. Fue reformada en el siglo XIX y su nombre oficial es rúa da Pescadería. Este dato no es erudición del redactor; basta leer la placa ensamblada en una farola. La nota también dice que, de origen medieval, formaba parte de la ciudad histórica y se situaba detrás de un hermoso mercado de hierro, hoy desaparecido.

Cuatro puestos

Punto de referencia para vigueses y turistas, la rúa das Ostras es un ir y venir continuo de personajes propios y prestados. En plena calle funcionan únicamente cuatro puestos de venta, aunque solo tres disponen de producto este año. Fernando Martínez, que heredó la profesión de sus tías, lleva 23 años navajeando el molusco. Media docena, seis euros; media docena algo más consistente, siete cincuenta. Suma y sigue.

-¿Y el miedo a intoxicarse?

«La ostra lleva la culpa -dice-, pero nadie puede testificarlo. Además, todo viene depurado, pasa controles muy intensos. Todo lo que se vende aquí es ostra de cultivo». De cultivo, ojo. Eso quiere decir que encontrar una perla en una ostra de A Pedra es tan improbable como que te vendan un iPhone por cincuenta euros, artimaña que, por cierto, intenta hacer a mis espaldas un buscavidas. Solo si te acercas mucho al teléfono trucho puedes leer con claridad el logotipo: «Siphone». San Steve Jobs nos coja confesados.

Además de Isaura y Fernando también están operativas las hermanas María e Isabel, que son poco amigas de perder el tiempo en chácharas. Y falta José Carlos, que es de San Adrián y que ayer no abrió.

«Por aquí ha pasado todo el mundo -dice Fernando sin dejar de separar valvas-, Sancho Gracia estuvo el otro día, Paulina Rubio el año pasado... mis tías le sirvieron ostras a Los del Río, a Rocío Jurado, a la Pantoja y a Cachuli». ¡Cachuli! Es mentarlo y uno se imagina a Muñoz sorbiendo el molusco debajo del bigote, churrup, y le entran escalofríos. En la rúa da Pescadería de Vigo huele a fresco, a mar, a limpio. La gaita la toca Ángel, O gaiteiro da Pedra, que es músico en verano y transportista en invierno. Polifacético. Ángel tocó para Urdangarín y para las infantas; para Romay (el deportista, no Beccaría); para Carmen Sevilla. La Xota dos Mariñeiros, de oído, le sale planchada. Y se arranca con «Eu queríame casare, miña nai non teño roupa». «Toco temas populares -explica-, si vas a cosas muy elaboradas la gente no te sigue». Ángel lleva el traje de gaiteiro con tanta dignidad que podría ser concejal de Conde Roa en el Concello de Santiago.

Entre la hostelería de la zona la crisis preocupa. Hay piques, hay, pero eso le imprime carácter a la calle. Ramiro Faro, gerente del restaurante Bogavante, insiste en que el molusco debería estar más repartido y no centralizado en cuatro puestos para que todo el mundo pudiera vivir del producto. O eso, o aburrirse como una Ostrea edulis.

¿Afrodisíacas? Mejor vayan, prueben y, si eso, ya me dirán.

nacho mirás

«Os pasaxeiros dos barcos non gastan un peso, nin en ostras nin en nada, veñen cos gastos pagos»

Isaura Pérez

«Se atosiga al visitante. Las ostras deberían estar más repartidas para que todos pudiéramos sobrevivir»

Ramiro Faro