La ruleta rusa de la Red

Tatiana López

SOCIEDAD

Una periodista de La Voz se introduce en la última sensación de Internet, una web que permite ver y hablar con desconocidos seleccionados de forma aleatoria

27 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Creada hace un año por un adolescente ruso de apenas 17 años, la web Chatroulette alcanzó esta semana los titulares de todo el mundo gracias a una fórmula tan sencilla como efectiva: a cada golpe de ratón permite a los internautas encontrarse con una persona diferente que el sistema selecciona de manera aleatoria y a quien podemos ver y oír a través de una doble ventana de vídeo.

Pero sumergirse en Chatroulette no es solo enfrentarse a una pantalla en blanco, sino también exponerse a que cualquier persona con un ordenador y una cámara se interne en tu salón o en tu casa sin más identidad que su propia cara o cuerpo.

Por costumbre, esta periodista tiende a desconfiar de cualquier web recién llegada, incluso aunque haya conseguido ser portada de periódicos como The New York Times o colarse en la mismísima CNN. Por eso, y también para tratar de evitar ser reconocida por algunos de mis vecinos en el improbable caso de que coincidan conmigo en esta web, antes de darle al play de la cámara decido apagar todas las luces de mi estudio y aparecer tan solo en pantalla iluminada por una pequeña bombilla. Respiro tres veces, compruebo que hay al menos 20.000 personas conectadas en estos momentos y aprieto sin miedo el ratón. Clic número uno. Ante mis ojos aparece un joven de unos 25 años ataviado como Elvis Presley y que sostiene en la mano un micrófono virtual. Me dice que es de «Cali» (California). «¿Te gusta mi disfraz?», me pregunta. Le digo que sí y vuelvo a apretar el ratón. Esta vez me encuentro con Luke, un joven estudiante parisino que me cuenta enseguida que utiliza el servicio para conocer a chicas en su misma ciudad. «¿Y ya has visto a alguna fuera de aquí?», le pregunto. «Ayer quedé con una y mañana tengo otra cita», responde antes de confesar que para conseguirlo se ha tenido que pasar una media de cinco horas al día en la web.

Tercer clic . Me acabo de colar en una fiesta de amigos en Turquía. Trato de preguntarles qué están celebrando, pero el sistema me echa fuera por culpa de sobrecarga en la Red.

No es una casualidad. Desde que apareciera por primera vez en la portada de la revista New York Magazine, Chatroulette ha visto multiplicarse su número de usuarios de manera vertiginosa de 5.000 a 50.000 internautas en apenas un par de semanas. La mayoría de las personas que rondan la página durante la elaboración de este reportaje reconocen también que es la primera vez que visitan la web. Las razones son diversas. «Curiosidad» cuenta una chica desde Viena; «Tratar de matar el tiempo», asegura un ingeniero naval desde Alemania. «Lo único que he encontrado hasta el momento son decenas de hombres desnudos». El que habla es Joe, un joven de 30 años cuyo enorme cuerpo ocupa casi toda la pantalla. Es mi séptimo desconocido y me habla desde Alabama. Lo primero que me cuenta es que tuvo una novia eslovaca y que le gustan las mujeres europeas. Más adelante discutimos sobre la reforma sanitaria de Barack Obama. Joe está estudiando para ser paramédico y se cree un experto en la materia: «Me gustan las ambulancias porque me encanta la adrenalina».

El peligro de este mundo de extraños es encontrar sorpresas desagradables. En mi décimo intento, por ejemplo, veo a un hombre haciendo gestos extraños y mirando directamente a la cámara. Prefiero no seguir investigando, clic . En otra ocasión la escena es aún más explícita. La web ofrece la posibilidad de denunciarlo, aunque no sirva de nada porque en Chatroulette nadie debe registrarse, ni siquiera ofrecer una dirección de correo electrónico o un nombre de usuario. Esta falta de control ha llevado a varias organizaciones a criticar la posibilidad de que Chatroulette se convierta en un feudo libre para la pornografía, un peligro que preocupa en el caso de menores.