Donde ponen el ojo, ponen la bola

SOCIEDAD

Manuel Castro, «Goros», se impuso en el Campeonato Nacional de Tirapedras, en el que 66 participantes probaron puntería contra la fachada del Concello de Melide

20 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando Guillermo Lareu era pequeño, hace sesenta años, masacrar estorninos y mirlos a pedradas no era una barbaridad. El principio lúdico era el mismo de las máquinas de marcianitos, solo que con sangre; no había otra cosa. El pajaricidio era caza menor y artesana que a Guillermo y a muchos chavales les servía para adiestrar la puntería y para llenar las barrigas huecas de los de casa en los años miserables de la posguerra. «Ao carniceiro, que era meu tío, gustábanlles moito os paxariños, así que eu leváballe estorniños e merlas e el dábame a min costilletas», cuenta Lareu.

En esos tiempos, las escopetas de aire comprimido eran objetos imposibles por impagables. Así que una buena «gaia» de madera de nogal, un par de gomas y un trozo de badana, convenientemente ensamblados, se convertían en un arma mortífera para las aves, peligrosa para las ventanas y cruel para los gatos, que no morían, pero que acababan tuertos o mellados. «Aos gatos tamén se lles daba, aínda que corren máis que os paxaros. ¡Algún día mataba paxaros como escarabillas !», dice orgulloso el veterano tirador.

La fachada, forrada

Guillermo participó ayer en el Campeonato Nacional de Tiradores de Pedras de Galicia Central, organizado por la Asociación Galega do Xogo Popular e Tradicional en Melide. No ganó, pero ya saboreó las mieles del triunfo hace dos años. «Gañei porque os outros eran todos medios tortos», bromea. Tampoco hay que abusar.

Leoncio Loureiro, melidense de 66 años, llega a la competición dispuesto a demostrar que donde pone el ojo pone la bola, que no la bala. La organización ha forrado parte de la fachada del Ayuntamiento con moqueta verde y los participantes tienen que hacer blanco en alguna de las tres dianas instaladas sobre el género. La alcaldesa está detrás del muro, así que conviene afinar; no es cuestión de sacarle un ojo a nadie, y menos a un político en acto de servicio.

Melide emigró en masa al País Vasco, así que la praza do Convento está a rebosar de emigrantes y de mestizos vasco-gallegos que se sienten con un pie aquí y el otro allá: «¡Iker, aparta das pedras, cajontal».

El tirachinas de Leoncio se lo regaló, precisamente, un amigo del País Vasco. En agradecimiento, él le pagó con unos Montecristos. Mal asunto: tráfico de armas, de tabaco...

Los padres de Alfonso Iglesias son gallegos, pero él nació en Bilbao. Eso sí, como es de Bilbao, vuelve a lo grande, seis veces por año. En el 2008 se estrenó en el campeonato y le gustó el ambiente, así que repite. «Es práctica, como todo en la vida, y tener un buen aparato». Aunque sea de Bilbao, Alfonso se refiere, evidentemente, al tirapedras, artesanía pura. «En Vizcaya tiran con unas bolas de acero, pero los artilugios también son más sofisticados», cuenta.

La canica de vidrio, munición

En Melide, la munición oficial es una canica de vidrio, que bien disparada también puede tener efectos catastróficos.

Antonio Rúa, nacido en Melide y también residente en Euskadi desde hace 44 años, compite con un tirapedras que tiene los colores del Athletic Club de Bilbao. De un zurriagazo, Antonio es capaz de mandar la canica a cincuenta metros de distancia, aunque la pista de la competición solo tiene ocho; por algo se llevó el primer premio el año pasado.

La reñidísima competición de ayer se resolvió antes de la hora de comer. Participaron 66 personas, de las cuales una docena fueron niños y niñas. Al podio infantil se subieron, por este orden, Daniel Sánchez Mato, Martín Ferreiro y Manuel Segade. En la categoría absoluta, el triunfador de esta edición fue Manuel Castro, de Melide, de 51 años y más conocido como Goros, un francotirador de la canica. José Cagide y Emeterio Morejón quedaron segundo y tercero, respectivamente.

No quisiera ver uno a todos estos juntos en una manifestación del metal, frente a la policía.