El «himen-to»

BEATRIZ MANJÓN

SOCIEDAD

07 feb 2009 . Actualizado a las 21:39 h.

Cuando Robert Redford le hizo a Demi Moore una proposición indecente, y ella aceptó para aliviar los problemas económicos de su matrimonio, nos pareció el colmo del romanticismo aquel sacrificio y asistimos emocionados al encuentro por importe de un millón de dólares. Quizás la complacencia del espectador radicaba en que el comprador era Robert Redford, y muchas habrían pasado la noche con él gratis, en que era multimillonario (ya saben lo erógeno que es el poder) y en que el cuerpo vendido era escultural.

Pero cuando una chica soltera subasta su virginidad para arreglar su situación económica o para pagar sus estudios (como es el caso de la americana Natalie Dylan) la mayoría se lleva las manos a la cabeza. ¿Si lo hiciera para salvar de un apuro a su familia o si la propuesta hubiera partido de un hombre, lo veríamos mejor?

El asunto me repugna, no por la venta de favores sexuales, sino por el objeto subastado. Que el himen siga considerándose un trofeo demuestra que no estamos tan lejos de esos países que practican la infibulación o de aquellas culturas para las cuales la virginidad es condición sine qua non para el matrimonio. ¿Qué diferencia hay entre vender el virgo por un contrato marital o por un puñado de euros?

Conjeturas aparte, el asunto es bien triste. El himen como valor es una muestra de ignorancia -muchas mujeres nacen sin él o se les rompe sin que haya penetración- y, sobre todo, de machismo, en un país, en el que, por primera vez en diez años, ha habido un mes en el que ninguna mujer ha sido asesinada, víctima de la violencia machista (aunque esta semana, por desgracia, esa optimista tendencia se haya roto).

Así que, ya que estamos en crisis, de valores, propongo un par de ideas más: a los ateos, vender su alma a la religión que más pague y a los apolíticos, subastar su conciencia al partido que más puje.