MEDIO FERRADO | O |

02 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

SEGÚN dice Marina Mayoral, los varones de más de cuarenta ya no leemos novelas. No le falta razón. A estas alturas de la edad, uno casi prefiere la ficción oral que se transmite en las tabernas o en los gimnasios (según gustos). Para leer, mejor el ensayo. Y si hay tiempo, como ya se ha superado la manía que inclina a la juventud contra el culto a la personalidad, algún escrito biográfico, por ejemplo, Memorias de ultratumba, de Chateaubriand, o la vida de Disraeli por Maurois, que recomienda el historiador Fernández Santander como la mejor biografía escrita en francés. Hay mucho que aprender de esos grandes hombres. Y luego vienen las comparaciones. La escuela de grandes hombres (y mujeres), en la actualidad, es sobre todo la política. Los gobernantes gestores, los que se enfocan a la eficacia, son más propios de las dictaduras. La democracia trae tentaciones de grandeza a los responsables del poder. Adelantándose a la historia, algunos mandamases nos presentan como fechas históricas las de acciones tan baratas como una rueda de prensa o una declaración institucional. Engañados, piensan pasar a la posteridad por haber construido un pirulí de cien metros o un viaducto con chepa. Hace falta algo más que llegar a gobernarnos; para ser grandes tendrán que conmovernos, ilusionarnos, convencernos y cambiarnos. De momento estamos más bien en una etapa de ir tirando.