Sin mujer y sin presidencia

Alba Díaz Pachín

SOCIEDAD

MARCOS DELGADO

27 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

No sé si Ricardo Maduro quería caldo, pero el destino acaba de servirle dos buenas tazas. Ayer dejó de ser el presidente de Honduras y también se ha quedado sin mujer. Al ex mandatario, de 60 años, y a la sevillana y ex diplomática Aguas Ocaña , de 42, se les acabó el amor, y no creo que fuese de tanto usarlo. Tiempo material no les ha dado, que sólo llevaban tres años casados. Pero así es la vida. La pareja, que tiene un hijo biológico y dos pequeños adoptados, se divorcia. La que hasta ayer fue primera dama hondureña lo anunció primero en el Hola y ayer lo corroboró. «Nos separamos de mutuo acuerdo», aclaró. A Ricardo Maduro, que ella lo haya comunicado vía prensa rosa y dos días antes del traspaso de poderes, pues no le ha hecho ninguna gracia. «Si ella lo anuncia, que ella misma lo confirme», dijo el ex gobernante, muy molesto, a la prensa de su país. No, si van a acabar como el rosario de la aurora. Por cierto, que se tiren los trastos a la cabeza tampoco sería novedad. Polémica y celosa Hagamos pues repaso a esta historia de amor, que también ha estado plagada de problemas. Se enamoraron cuando ella ejercía de diplomática en el país centroamericano y él se declaró vía conferencia transoceánica cuando volaba a verla a Italia. El romántico detalle le costó las críticas de sus paisanos, que durante varios días no supieron dónde se encontraba. Arreglado el asunto, por fin se casaron el 10 de octubre del 2002 en Tegucigalpa. A Maduro le cupo entonces el honor de ser el primer presidente hondureño que contraía matrimonio en pleno mandato. Ahí tienen una foto del enlace de Ricardo y Aguas que he podido rescatar del archivo. Parece que no hay terceras personas en su ruptura, pero sí hubo una cuando eran unos recién casados. Cuando Maduro conoció a Aguas tenía una novia. La dejó, pero en julio del 2003 la nombró ministra de Cultura, y a su padre, asesor presidencial. Aguas montó en cólera, hizo las maletas y vino a España. Su marido acabó por cesar a su ex y al progenitor de ésta. Pero Aguas, que desde el 2004 también tiene la ciudadanía hondureña, protagonizó otros episodios un tanto polémicos que la han hecho más popular que su esposo y con los que se ganó el resquemor de la clase alta de Tegucigalpa. Ahora, desde luego, han vuelto a dar la campanada con la noticia de su divorcio. La separación ha causado, además, cierta preocupación entre los sectores más desfavorecidos de Honduras. Aguas dice que ahora va a trabajar con una oenegé en Nicaragua y sus partidarios no saben qué ocurrirá con los programas sociales que llevaba a cabo esta especie de Evita Perón del siglo XXI. Cuando era primera dama fue capaz de presentarse en prostíbulos rodeada de policía y soldados para rescatar a los niños explotados. Ahora se llevará su labor altruista a otra parte. ¿Y qué será de Ricardo Maduro, el Richard Gere hondureño, sin Aguas, que quería que Kim Basinger interpretara su vida en el cine? Pues parece ser que va a dedicarse a sus empresas, dar clases magistrales en México y EE.?UU., tocar la guitarra y pilotar aviones. Después de este culebrón, me voy con Meg Ryan , que ha aumentado su familia con la adopción de una niña china, de la que todavía no se sabe el nombre. La actriz que mejor finge los orgasmos, de 44 años, ya tiene un hijo de 13, Jack Henry , de Dennis Quaid , del que se divorció hace unos años, dicen que por un romance que ella mantuvo con el australiano Russell Crowe . Yo la entiendo. Que haya querido tener la parejita. No sean tan mal pensados.