04 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Siempre es bueno prevenir. Pero esta campaña que acaba de sacar Sanidade para prepararse ante la ola de calor parece una prevención tan anticipada que hace sospechar si no la habrá lanzado Turismo, para que se extienda el rumor y se vengan algunos visitantes más, de esos que aún no aprecian en lo que valen los veranos frescos. Sin ir más lejos, el viernes pasado, en una sardiñada, a las once de la noche las sardinas estaban más frescas que cuando las sacaron del mar, del frío que hacía, que no llegaba con una chaquetita de punto (ni con tres) por encima de los hombros, y si la gente no ponía los pies -calzados con chanclas- a calentar al fuego de la queimada es porque las mesas son altas y porque no queda bien. Para pasar calor estos días en Galicia, a no ser que todas las noches te vayas de laconada o a cenar callos, hay que tener un punto de mala suerte: por ejemplo, que trabajes en una panadería y salgas del horno a las diez de la mañana y te pille un atasco cuando vas al hospital a ver a un pariente y estés allí dos horas y después, camino de la playa, caigas en otro atasco y no encuentres donde aparcar. El calor de aquí es más cosa de industria y asfalto que de clima. Quizás por eso cuando un científico viene a hablarnos del cambio climático, la generalidad de la gente lo mira con cara de asombro y los responsables políticos lo desmienten. Y es que en el fondo el calentamiento global es el porvenir al que aspiramos, para alcanzar ese estado de perfección que será la Galicia torrefacta, cuando al fin podremos tirar la colección de chaquetitas de entretiempo y convertir todos nuestros Baldaios en Sanxenxos.