La marca del asesino

Alba Díaz-Pachín alba.diaz@lavoz.es

SOCIEDAD

CAPOTILLO

04 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Ahí está, entre el maldito chapapote, entre los restos de la siniestra pesca en la que se ha embarcado la Galicia del mar, un salvavidas del Prestige . Flotando entre el veneno, como si quisiera recordarnos un nombre propio que ya no olvidaremos jamás. Prestige. Nassau . Un flotador de un barco que no supo flotar. Un recuerdo que emerge frente a las Cíes, nuestro tesoro más preciado. Como la marca del asesino. Es casi una broma macabra en otra jornada de lucha denodada. Un día de pelea contra el monstruo viscoso que lo arrasa todo. Lo oí en la manifestación de Santiago y se me puso la carne de gallina: «Sodes a honra de Galicia». Eramos miles, decenas de miles bajo la lluvia. Pero no éramos el honor de Galicia. El verdadero orgullo está en estas fotos, en las de ayer, en las de hoy, en las de mañana. En esas mariscadoras que se sobreponen a la ineficacia de los poderosos con sus propios medios, con una barrera artesanal para detener el fuel; que sustituye a los ingenios más avanzados de Europa, inexistentes o insuficientes, que llegar tarde a veces es igual que no llegar. En esos marineros que se lanzan al mar para recoger aquello que nunca quisieron extraer, porque no es del mar, que es de los hombres. Y cómo no sentir orgullo de quienes han sorprendido al mundo con la fuerza de sus manos, retirando el fuel a paladas e impidiendo que la marea negra entre en las rías. Sí, hay un espacio entre todo este dolor para sacar la cabeza y demostrar que nada nos amilana y que estamos muy por encima de todos aquellos a los que les ha faltado la capacidad, la inteligencia o el valor para evitar que el chapapote nos ennegrezca la vida. Contra la incapacidad enseñamos al mundo nuestro coraje; contra la desidia, nuestra voluntad; contra la falta de medios, nuestro ingenio; contra el conformismo, nuestro orgullo. Todos los medios de comunicación del mundo han visto a los marineros gallegos con las manos manchadas de negro, con sus propios trajes de agua protegiéndolos del peor temporal que nunca imaginaron los que, desde hace miles de años, han devuelto con cariño la generosidad de las rías. Ahora, la Galicia del mar se parte el pecho con una tenacidad que destroza todos los tópicos. Tal vez sea imposible contener el veneno. Quizás ninguna fuerza en el mundo pueda impedir que el fuel del Prestige se incruste en nuestras costas. Pero si algo puede reducir la catástrofe, ahora ya no cabe ninguna duda, es toda esa gente que se echa al mar a la desesperada, a luchar sin tregua contra el monstruo negro que nos envió la codicia de los poderosos. Esas mujeres que de verdad creen que con todo su esfuerzo impedirán que el fuel entre en su pequeño mar, que dio vida a sus antepasados y que ahora tienen el compromiso histórico, racial, de defender. Es su herencia y su modo de vida. Ayer fue un día de lucha, pero también de orgullo. Desde luego, no será el último, pero la adversidad nos coge en tensión. Firmes y más fuertes que nunca. Eran muchos los que no nos conocían, algunos a pesar de vivir con nosotros, pero ahora todo el mundo está viendo con todo lujo de detalles que los verdaderamente poderosos somos nosotros.