Un estudio explica por qué los porros producen hambre

FRANCISCO DOMÉNECH A CORUÑA

SOCIEDAD

Sustancias similares a las del cannabis regulan el apetito en el cerebro Los consumidores de cannabis saben muy bien que se exponen a un ataque de hambre después de una fumada. Pero no hace falta fumar porros para experimentar esa sensación. Unos investigadores han aclarado el misterioso efecto colateral de la droga, al descubrir que en el cerebro hay, de manera natural, parientes del principio activo del cannabis. Estas sustancias juegan un papel fundamental en el complejo proceso de control del apetito, e impidiendo su efecto podría desarrollarse un medicamento contra la obesidad.

12 abr 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Hasta el ciudadano más políticamente correcto tiene en su cuerpo moléculas similares a las del cannabis. Quizá no sepa lo que es una excursión nocturna a la nevera para calmar la gusa porrera pero por su cerebro circulan unas sustancias hermanas del principio activo de la marihuna. Son los endocanabinoides, presentes por naturaleza en el hipotálamo, la región cerebral que controla el hambre y la temperatura corporal. Y su papel fundamental para estimular el apetito lo ha demostrado una investigación que publica esta semana la revista Nature. En el experimento unos ratones, modificados genéticamente para que no les afectaran los canabinoides, apenas comieron después de un ayuno de 18 horas, mientras que roedores normales se dieron un atracón. Los investigadores encontraron, además, altos niveles de esas sustancias en los cerebros de los ratones obesos. Proceso complejo De ahí a concluir que el cannabis produce obesidad hay un mundo. El control del apetito es un proceso muy complejo en el que intervienen varios factores. Uno de los protagonistas es la leptina, una hormona que se produce en el tejido graso del cuerpo para decir basta a la comida. Al aumentar los niveles de leptina disminuye la presencia de cannabinoides en el cerebro, según la investigación el equipo de George Kunos, de la universidad estadounidense de Richmond. Es la primera vez que se demuestra la relación entre ambas sustancias. Pero todavía falta mucho para controlar médicamente el apetito: «El cuerpo busca diferentes caminos para engordar», aclara Kunos.