No hay otra Samantha

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

PLATA O PLOMO

Craig Blankenhorn

09 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Pues ya está. Ha comenzado la era del hate watching. La segunda era peor que la primera, que aunque parecía imposible, era más lamentable todavía que las dos secuelas anteriores, que habían dilapidado el legado de seis temporadas. Obviamente, un cuarteto no funciona con solo tres instrumentos, así que para salvar el escollo, han intentado reemplazar lo irreemplazable. Y para sorpresa de nadie, se ha desmoronado.

El universo de Carrie Bradshaw estrena tercera temporada en la que sobra la trama de Rosie O’Donnell y mucho más la escena de la camioneta de Aidan. Por sobrar, sobra también la sobreactuación histriónica en la que se ha convertido el matrimonio Goldenblatt y los aires de Emily Brontë que surgen del macbook de la Bradshaw. Sobran Anthony, su negocio y sus muchas opiniones, pocas veces acertadas. Y lo que es más, sobran elecciones estilísticas que vuelven ridículo el sentido de la moda.

Sobra casi todo, pero es más grave lo que falta. Lo siento. Seema no puede sustituir a Samantha. Por eso quedan ridículas, dignas de vergüenza ajena, escenas como la de la ruptura con su director de cine, un plagio bastante cutre de aquel te quiero, pero me quiero más a mí que embotelló lo que significa el amor propio. No, no es buena esta tercera temporada. Fade out y que entren los créditos.