Movistar+ estrenó el pasado viernes una nerviosa y potente miniserie sobre una unidad policial antiterrorista. Ambientada en Toulouse, Lagos, Gerona, Melilla, Vigo y Madrid, fue sin embargo rodada, casi por completo, en localizaciones gallegas

María Viñas
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Máster de Edición Periodística en la Ecuela de Medios de La Voz de Galicia. maria.vinas@lavoz.es

España es, desde el 11M, uno de los países más activos del mundo en la lucha antiterrorista. De esta labor silenciosa, en concreto de un equipo atento a la amenaza yihadista, da cuenta el último estreno de Movistar+, La Unidad, una espectacular miniserie ambientada en Francia, Nigeria, Siria, Tánger, Melilla, Cataluña, Vigo y Madrid que, sin embargo, ha sido prácticamente rodada en localizaciones gallegas. En estos días de confinamiento ya descafeinado, seguramente algún gallego, acomodado frente al televisor, se habrá sorprendido notando de manera inesperada cómo las imágenes de las ciudades de Toulouse, Raqqua, Lagos y Gerona les resultaban vagamente familiares. «En torno al 85 % se filmó en Galicia», confirma Emma Lustres, productora ejecutiva de la coruñesa Vaca Films.

El equipo que puso en marcha el proyecto, para el que ya se está escribiendo una segunda temporada, lo tuvo claro desde el primer momento: había que viajar, ir a los lugares reales, «ubicaciones a priori alejadas unas de otras -explica Dani de la Torre (Monforte, 1975), al volante de la ficción-, pero con conexiones muy fuertes entre ellas para entender de dónde vienen y lo que pretenden los terroristas». «Teníamos que encontrar la manera de hacerlo -apunta Lustres-, exprimir al máximo el presupuesto que manejábamos, que era elevado, pero no infinito, y desplazarnos a lo que no pudiésemos encontrar en Galicia. Lo que decidiésemos que íbamos a hacer fuera tenía que merecer mucho la pena». El resto, que fue mucho, se recreó aquí mismo

Tanto el relato como la idiosincrasia de sus personajes -gente que, al estar escondiéndose, se mueve constantemente- exigían un gran volumen de localizaciones, sobre todo exteriores, por lo que los actores que dieron vida a los miembros de esta brigada, y también a los malos del cuento, se trasladaron a suelo africano y al sur de Francia, al este peninsular, a Madrid y a la Costa del Sol, pero no a la antigua capital del Estado Islámico ni, en África, más allá de Makoko. Parte de lo que en la serie es Nigeria es en realidad el Monte Neme, en Carballo; Siria es una fábrica de cerámica de Vigo, hoy en ruinas. Gerona es un centro comercial en Ferrol y también el lago artificial de As Pontes. La comisaría madrileña de Canillas, el edificio de Expocoruña. La discoteca de Toulouse, la coruñesa Pelícano.

Siria en Vigo

Dos cosas impresionan especialmente al indagar en las tripas de esta ficción: reparar en que la guerra de Siria se libra en un edificio histórico vigués y ver las populares aguas turquesas de la mina de wolframio y estaño en pleno desierto africano. La productora contaba ya con experiencia en recrear conflictos armados tras Invasor -entonces trasladó la guerra de Irak a Canarias-, por lo que sabía lo que había que buscar en Galicia: un área grande, que estuviese en escombros. «Y eso es lo que encontramos, la fábrica de Santa Clara en Vigo. Está en la ciudad, tuvimos que intervenir con digitales, pero funciona muy bien», explican. 

Hoy esta inmensa ruina en el corazón de Cabral es una finca descuidada con atmósfera de gran catástrofe sobre la que se sostiene a duras penas el esqueleto de la que la que un día fue la mayor industria cerámica de España, todo un emporio de la porcelana que dio de comer a miles de familias viguesas, vital para el empleo femenino al ocuparse ellas de la decoración de las vajillas. ¿Qué fue lo que pasó? En el 2002, la factoría se vio obligada a apagar su horno tras una sucesión de compras y recompras especulativas y un desfalco multimillonario.

XOAN CARLOS GIL

Nigeria en Carballo

El equipo de La Unidad no dudó que a Nigeria había que ir, para «retratar determinadas cosas de allí» y complementarlas, después, con planos rodados aquí. En un primer momento se pensó en recrear un campo de refugiados nigeriano en Galicia, pero finalmente se descartó. «El problema de rodar en Galicia secuencias muy grandes es la figuración -apunta Lustres-. Es muy importante que sea creíble, y es muy difícil encontrar aquí gente extranjera que tenga papeles. Luego Dani descubrió Makoko y le chifló. Nos llamaban locos por ir a rodar allí. Pero allí mandamos al equipo».

Parte de las secuencias de Nigeria están rodadas allí, parte en Melilla -«encontramos una especie de palacio árabe que aquí es difícil de localizar»- y el resto en Monte Neme, entre Carballo y Malpica de Bergantiños. «Fuimos a verlo y dijimos, esto tiene que ser Nigeria, es espectacular; y con efectos digitales quitamos lo verde que había», recuerdan desde la productora.

Fue así cómo la antigua cantera se convirtió en un improvisado estudio natural de rodaje. Meses después, esta cicatriz en la tierra, consecuencia de una explotación minera salvaje, se volvió curiosamente todo un hit de Instagram: sus aguas más verdes que azules sedujeron a un puñado de insensatos que durante una temporada se dedicaron a inmortalizarse zambullidos en la tan fascinante como turbia laguna, contaminada con restos de sílice, el mineral que forma el cuarzo.

ANA GARCIA

BASILIO BELLO

Gerona en As Pontes, Miño y Ferrol

Una imagen del 2017 de la laguna de As Pontes
Una imagen del 2017 de la laguna de As Pontes CESAR TOIMIL

Galicia parece capaz de adquirir casi cualquier apariencia, pero es necesario un trabajo de localización muy fino y encaje de bolillos para que el espectador se lo trague: mezclar planos aéreos y generales de emplazamientos reales -que no se vean las costuras, que no se note el truco- con encuadres cortos de otros que, perfectamente, pasan por los primeros. El trabajo de ambientación y arte, y los efectos digitales hacen el resto.

Así, el lago de As Pontes, el mayor embalse artificial del país, llenado con agua de lluvia y la procedente de afluentes del Eume, se convirtió en un pantano de algún lugar indefinido de Gerona. Toda una virguería de la restauración medioambiental, el gallego, el real, cuenta con dos islas y una playa de más de 400 metros de largo, y es hábitat natural de toneladas de peces y numerosas aves. Fue inaugurado en abril del 2012 tras la regeneración de una mina a cielo abierto dedicada a la extracción de lignito para la central térmica que, por cierto, también asoma, de fondo, en la ficción. Una vez clausurada esta explotación mineral, su propietaria, Endesa, decidió rellenarla de agua y darle una segunda vida.

Imagen de archivo de la urbanización Costa Miño
Imagen de archivo de la urbanización Costa Miño CESAR DELGADO

También pasa por una urbanización catalana Costa Miño -ese lugar que Fadesa pretendió convertir en el Marina d'Or norteño y que hoy es una colonia a medias, con parcelas sin terminar, casas huecas y un desamparado campo de golf- y por centro comercial gerundense, aquí objetivo terrorista, el Parque Ferrol. Para los operativos policiales de esta trama se recurrió al Hotel Alda de Sada, a los interiores del antiguo concesionario de la Citroën de A Coruña, en la Avenida de Oza, y a los túneles de servicio de la Cidade da Cultura, de Santiago.

Lucia Faraig

Toulouse y Madrid en A Coruña

Los aficionados a la noche probablemente hayan identificado pronto la discoteca que abre la historia. La secuencia arranca en el Toulouse de carne y hueso con un plano aéreo, un enfoque del puerto y un paseo por la ciudad, y continúa en el interior de un local nocturno que, de repente, al atravesar la puerta, es la emblemática Pelícano. «El espectador no es capaz de ver este puzle que vamos haciendo. La escena que sucede en la estación de tren de Toulouse, por ejemplo, se rodó en la de A Coruña. Metimos una figuración que pareciese francesa, con gente de color, y ambientamos toda la cartelería. De lo que se trata es de combinar localizaciones reales con sitios que simulan serlo. Esto hasta ahora era muy poco habitual en la ficción española», señala Lustres.

La comisaría de La Unidad también es un rompecabezas de emplazamientos, una combinación de exteriores de la zona de Expocoruña, el Business Center Marineda City -como hall- y los juzgados de A Coruña. Buscaban lugares que pudiesen parecer terminales de aeropuerto cuando el localizador -que para esta serie comenzó a trabajar con año y medio de antelación- propuso el recinto ferial coruñés. Fue el propio director el que vio, sin embargo, que el escenario casaba perfectamente con la fachada de las oficinas de Canillas en las que imaginaba al equipo policial rompiéndose la cabeza para dar con los fanáticos. Dicho y hecho.

Lo mismo sucede con otros puntos del mapa gallego, reconvertidos en pantalla.  La comunión de la hija de la comisaria y el jefe de investigación se rodó en la finca Montesqueiro; la búsqueda de los terroristas huidos, en las Fragas do Eume; las escenas de la redada en Tánger, en unas naves de Adif en el muelle coruñés de San Diego; el exterior de la cárcel, en Teixeiro; las casas de los protagonistas, en Oleiros y A Zapateira; y las escenas del puerto de Vigo, en el propio muelle de carga vigués, en Termavi, pero también en el de A Coruña, en la lonja, que sirve además para hacer los pasillos de la cárcel.

Había otros mundos, pero estaban en este.

Movistar