El bien o el mal es una elección personal

PLATA O PLOMO

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26 jun 2019 . Actualizado a las 10:47 h.

El añorado Terry Pratchett publicó en 1990, al alimón con Neil Gaiman, la novela Good Omens: The Nice and Accurate Prophecies of Agnes Nutter, Witch, que ahora el propio Gaiman ha adaptado para televisión como Good Omens. El argumento se resume en una nueva vuelta de tuerca al inmortal planteamiento de la lucha del bien y el mal, encarnada en un ángel y un demonio que, más allá de su naturaleza, mantienen una relación de amistad y colaboración para evitar el fin del mundo. Como es de esperar en una historia de Pratchett y Gaiman, esas líneas morales no son rígidas e inamovibles, sino susceptibles de interpretación personal. Una elección en la que priman la libertad y el criterio individuales, frente a los dogmas inflexibles de las religiones institucionalizadas -también la de los malos-, cuya ambición y severidad las dejan mal paradas en la serie. La tolerancia, el sentidiño y el humor que caracterizan al ángel Azirafel y demonio Crawley son cualidades que no podrían encontrar mejores vehículos que Michael Sheen y David Tennant, sin duda, lo mejor en términos artísticos de la serie -la trama protagonizada por los niños es, por contra, la más floja-, además de la estética, entre surrealista y apocalíptica, marca de la casa Pratchett y Gaiman.