El mundo parado a unos días de la selectividad en Galicia: «Llevamos dos años preparándonos, pero siento que fallar es más fácil que nunca»
SELECTIVIDAD
Acompañamos durante un día a seis jóvenes que preparan los exámenes de la ABAU. Dejan constancia de sus rutinas, del cambio de hábitos en favor del estudio y de cómo están llevando la presión a medida que se acerca la fecha: «O contador do tempo que queda non se apaga nunca»
02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay alumnos caóticos y otros organizados. Algunos aseguran tener los nervios controlados. Y otros, sin embargo, piensan entre tema y tema lo que podría pasar si, de repente, entra algo que no se saben de memoria. A pocos días de que que arranquen los exámenes de la ABAU hay a quienes les queda mucho por estudiar, y otros que, más tranquilos, aprovechan para repasar lo que ya tienen en la cabeza. Casi 13.000 gallegos se enfrentan a las pruebas de acceso a la universidad, que se desarrollarán el martes, el miércoles y el jueves en 36 centros diferentes de la comunidad. Nervios aparte, posiblemente ninguno se había preparando tanto para un examen.
Cuando La Voz le propuso a Lucía Parrado acompañarla en los días previos a las pruebas de selectividad, solo puso una condición: que el reportaje no le cortara las horas de preparación. «Me puedo levantar un poco antes, pero a las nueve y media de la mañana debería de estar ya estudiando», dice, con miedo a que las entrevistas se alarguen más de lo planeado. Su respuesta ejemplifica el agobio por el que están pasando aquellos que, en cuestión de días, se enfrentan a una prueba que creen decisiva para su futuro a corto plazo. También la monotonía en la que se ven envueltos sus días, que han pasado a ser jornadas de preparación intensivas: «Todos os meus días están sendo iguais».
Lucía levanta a las ocho y media, desayuna, hace la cama, se viste y, sobre las nueve media, se pone a estudiar. Hasta la una, que es cuando come, no deja su escritorio más unos diez o veinte minutos, que le sirven para partir la mañana en dos bloques. Ella es más de madrugar, por lo que organiza su jornada poniéndose primero con las materias que más le cuestan. En su caso, Historia de España. Su lógica es la siguiente: «Canto mais fresco estés, mais retés». Retoma el estudio a eso de las tres con la parte práctica de las asignaturas. «Eu á tarde non teño problema en quedarme coas obras de Arte, pero se teño que estudar unha composición de Historia de España faiseme eterno», dice Lucía, que estudió el bachillerato en el IES Lamas de Abade, en Santiago. Al final del día, terminando sobre las diez, calcula haberle dedicado a la selectividad unas siete horas.
De entre el resto de sus apuntes saca un folio específicamente para enseñarlo. Nada más terminar las clases hace unas semanas, hizo una planificación con todo lo que tenía que estudiar de cada materia. Organizado por días, como si fuera un calendario, marcó qué parte de temario debía dejar listo durante cada una de las jornadas que quedaban hasta selectividad. Cuando cumple el objetivo, destaca ese apartado con un subrayador verde. Si las primeras semanas estudiaba solo por las mañanas, desde la pasada también lo hace por las tardes. El miércoles 29, un día antes de recibir a La Voz en el salón de su casa, completó cinco composiciones y el vocabulario de Historia, estudió el Romancero Gitano —que es parte del temario de Lengua Castellana—, el vocabulario más un tema de Xeografía, y las partes de probabilidad e inferencias de Matemáticas.
Echando un vistazo al reloj de su móvil, explica lo que se le viene por delante: «Hoxe teño bastante de Historia, repasar as composicións doutros días e memorizar tres novas. É moito, vaime levar tres horas e ben levadas». Cuando termine se pondrá con Arte y con Matemáticas, asignatura que suele dejar para el final del día. A eso de las diez se conecta a una videollamada con el resto de sus amigos. Para desconectar, juegan a juegos online. Lucía, sin embargo, aprovecha la compañía para hacer ejercicios en los que no necesita tanta concentración. «Se estou ao meu non me decato moi ben do que falan, pero gústame ter un son de fondo», explica. Como todos están preparando la selectividad, aprovechan para contar lo que han avanzado y lo que les está funcionando para hacerlo. Comparten exámenes de convocatorias anteriores y reflexionan sobre lo que puede o no caer. En resumen, se ayudan entre ellos para llegar lo más preparados posible. Son compañeros, no competencia.
Lucía estudia sola. Otros optan por la preparación en grupo. La mañana del viernes 31 de mayo, a cuatro días para el comienzo de la ABAU, las aulas de la segunda planta del IES Rosalía de Castro, en Santiago, albergan a estudiantes que acuden a las clases dedicadas a repasar y a resolver dudas. Allí esperan Maite Ares, David Toimil, Jimena Martinón, Martina Couso y María Rodríguez. Los cuatro primeros estudiaron bachillerato por la rama de ciencias biosanitarias. La última, por la de ciencias sociales. Intentan mantener la calma y, por ahora, aseguran estar consiguiéndolo. No obstante, durante la conversación saldrán algunos momentos de angustia vividos en las últimas semanas. Por ejemplo, Jimena y Martina admiten haber tenido pesadillas relacionadas con el estudio. «Hoy, que iba a venir a la clase de Lengua Castellana, soñé justo antes de que sonara el despertador que estaba en el examen, hacía una pregunta y lo entregaba», recuerda Jimena.
María se desvela a mitad de la noche pensando en detalles relacionado con las asignaturas: «Pasoume de estar durmindo e despertar de súpeto polas matrices de Matemáticas», cuenta. Martina ha soñado más de una vez que se quedaba dormida y no llegaba a tiempo a las primeras pruebas. «Son ideas que no quieres que estén en tu cabeza, pero van y vuelven. Bajas la guardia, no te sale un ejercicio, y ya entras en un momento de crisis», reflexiona. Sus profesores y sus conocidos les tranquilizan cada vez que los ven. Les dicen que no es para tanto, que la ABAU es muy fácil. Ellos, con las pruebas a la vuelta de la esquina, se aferran a sus palabras. «Te pones con el temario de Química y te das cuenta de que ya sabes hacer los ejercicios, partes de una base», continúa Martina.
La rutina de este grupo comienza a eso de las siete y media de la mañana. Se levantan, desayunan y se van a la biblioteca, porque pasadas las ocho y media ya no quedan sitios libres. Antes de empezar, se quedan un rato en la puerta hablando entre ellos. Pasadas las once, bajan otra vez para descansar. En ese lapso temporal, Jimena, que admite concentrarse mejor por la noche que por la mañana, se salta la primera tanda de estudio. «Diría que, para min, as mellores horas van entre as doce da noite e as tres da madrugada, polo que pola mañá acostumo a durmir un anaquiño máis», explica. Se levanta para llegar a la hora de apertura y asegurarse un espacio, deja sus cosas y vuelve a casa a descansar. Llega de nuevo cuando sus compañeros están en la pausa de media mañana para comenzar su jornada, que luego se extiende hasta más tarde que la del resto.
Aunque suelen ir en grupo, María cuenta que, si necesita rendir más de lo normal, empieza la jornada en cualquier otra biblioteca diferente a la que van el resto de amigos. Así, no pierde los minutos en los que toman juntos el café. La única que estudia desde su casa es Maite, que no vive en el centro de Santiago, pero estructura los días de una manera similar al del resto de sus compañeros. Se levanta a las siete, empieza a las nueve y hace una pausa a media mañana. Come a las dos, descansa hasta las tres y continúa hasta la hora de cenar. Ella estudia en alto, aplicándose a sí misma el temario, mientras camina por los pasillos.
Lucía Parrado también es de las que no pueden pararse quietas. Para estudiar, nunca ha sido capaz de sentarse hincando los codos en el escritorio. Es más, admite que para ella es imposible aprender una cosa tal y como suele estar escrita en los libros. Lee una vez para entender lo que se está explicando y, después de unas cuantas lecturas más en las que se queda con los detalles, se pone a explicarlo en alto para ella misma. Para retener el temario, necesita modificarlo con sus propias palabras y expresiones, esas que le nacen automáticamente. «Eu non podo ir a unha biblioteca, non reteño igual», explica. Para acompañar sus monólogos, tiene esquemas de apoyo que fue haciendo durante el curso. «Se se complica moito, remato por lavantarme do sitio e falo mentres camiño pola habitación. Si que é certo que, despois de cincuenta voltas, rematas mareada», bromea. Al igual que Maite, cree que gesticular le ayuda. «Toda a mañá sentada é imposible. Teño a botella na habitación, pero polo menos levántome á cociña a beber algo», continúa.
Cuando se les pregunta a Maite, a David, a Jimena, a Martina y a María cuánto tiempo llevan preparando la selectividad, responden al unísono que empezaron esta misma semana. A continuación, admiten que no es así del todo. «A ver, les cousas e fas problemas, pero nada intensivo», matiza María. Hablando entre ellos se dan cuenta de que, realmente, llevan más tiempo de lo que pensaban. Aunque no se encerraran hasta este pasado lunes, estuvieron todo el curso con la mente puesta en las pruebas de acceso a la universidad. «Desde que rematamos as clases —quince días atrás— houbo días de descanso, pero tampouco desconectas todo o que queres. Tes esa presión que non marcha nunca. Eu estaba deitado e de súpeto dicía: ''Veña, hai que facer algo, que se non escapan os días''. O contador co tempo que falta non se apaga nunca», recuerda David. No consideran que, por estudiar, hayan dejado de lado los planes de ocio. Esta semana, sin ir más lejos, hubo un día que salieron de la biblioteca y se fueron a jugar una partida de bingo.
Todos ellos reflejan el estado de agotamiento al que han llegado. Recuerdan que en el último trimestre hubo una época en la que tenían «prácticamente un examen cada día». Aunque lo intenten, no son capaces de rendir de la misma manera en la que lo hacían durante el arranque del curso académico. «Levamos moito tempo preparándonos. Cos primeiros exames do curso si que podía tirarme toda a mañá na biblioteca sen facer descansos, pero agora non son capaz», dice Martina, que tampoco cree que, llegados a este punto, sea necesarios los atracones de estudio. Selectividad es una carrera de fondo, no de velocidad. Por eso aprovechan estos días para repasar, no para estudiar. Sobre todo, la teoría que se les queda más lejana.
«Creo que vou bastante ben», se sincera Lucía Parrado. Fue organizando las materias de forma que, cada semana, repasa todo lo estudiado en las sesiones anteriores. Pone un ejemplo: «En Historia da Arte son 12 composiciones. Fixen as miñas contas e, estudando dúas ao día, en seis tería todas listas. Como o plan intensivo é de tres semanas, repaso a mesma composición tres veces». «É moita presión. Dis: ''Vale, ata agora saíu todo ben, pero xogas todo a un exame que non vas poder repetir''. Levamos dous anos preparándonos, pero sinto que fallar é mais fácil que nunca». Cuando se estresa, manda un mensaje por su grupo de Whatsapp. Pregunta cómo lo llevan y no recuerda que se respondiera alguna vez con un simple «bien».
Lucía sabe lo que quiere hacer después: doble grado de Educación Infantil y Primaria en la USC. En contraposición, en el grupo de estudiantes, ninguno de los cinco lo tiene claro. Es más, aseguran al unísono que, a una semana vista de las pruebas, les agobia más pensar en el futuro que en la propia selectividad. «A min estrésame iso máis que o de despois. Acordei comigo mesma non pensar mais na carreira ata que tivera a nota da selectividade diante», dice Jimena. Martina, que tiene como primera opción Medicina, no quiere hablar del tema. Admite sentir presión por tener que alcanzar una de las notas de corte más altas de Galicia, pero prefiere «non pensalo moito».
«Eu non sinto a presión que si percibo entre os compañeiros que tamén queren facer Medicina. Penso que, se non entro, fago outra cousa que igual ata remata por gustarme máis», añade Jimena, que también tiene la carrera entre sus opciones. Entre ellos hablan de Farmacia, de Veterinaria, de Derecho o de Ingeniería Agraria. David, sin embargo, prefiere no adelantarse a los acontecimientos: «Sei o que non quero facer, pero xa non sei nada máis. Penseino, pero non lle adiquei moito tempo. Será a primeira cousa cando teña a nota, creo que agora toca preocuparse polo que si podemos controlar». Para él es mejor llegar a la selectividad sin la presión de sacar unas décimas más. En unos días empezarán a tener respuestas.
Calculadora de notas de selectividad de La Voz
La Voz de Galicia ha diseñado un simulador de notas de la ABAU con mucha información para que alumnos de bachillerato (y sus familias) jueguen y analicen sus posibilidades en la selectividad. El interesado solo tendrá que cubrir las diferentes casillas con las notas que cree que va a sacar y la carrera a la que opta, y la calculadora le dirá cuál es su nota de acceso frente a la corte del curso actual. De todas las carreras y todos los campus gallegos.