Anatomía de un incendio forestal

AMES

Xoán A. Soler

El análisis de un incendio pequeño refleja la dificultad enorme para probar la autoría en los fuegos intencionados

07 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Son las 20,20 de la tarde del domingo 31 de marzo. En Biduido, Ames, la temperatura es de 16,2 grados, el viento sopla en dirección noreste a 24 kilómetros por hora con rachas de hasta 37. En ese momento, una llamada alerta de un incendio forestal. Una hora después, el fuego está totalmente extinguido tras la intervención de un agente medioambiental, una brigada y una motobomba. La superficie afectada ha sido de unos 800 metros cuadrados. El fuego, pequeño, afectó a una veintena de árboles: eucaliptos y pinos en su mayor parte.

Dos días después, asomados a la parcela afectada, solo se ve el suelo calcinado y el renegrido en los árboles quemados. A simple vista, claro. A los ojos de los expertos que investigan los incendios, la parcela es un libro abierto y, en pocos minutos, construyen una hipótesis más que razonable sobre lo que seguramente ocurrió en Biduido aquella tarde de domingo. «A investigación comeza no mesmo momento de chegar ao lume», explica Santiago Neira, el agente medioambienteal que acudió a la extinción. Allí ya percibió algunos detalles que serán muy importantes para determinar lo que ha pasado. El primero, que el fuego provenía del interior del monte, no de la carretera cercana: «Onde aprezo indicios, non rego», explica el agente.

Ahora se ve claramente donde cayó una mayor cantidad de agua, porque el suelo no está negro. «A investigación sempre se fai de cabeza a cola», explica Neira mientra el agente de la policía autonómica que dirige la investigación se desplaza hacia una zona en el perímetro de la superficie quemada. El policía, al que todos conocen como Tate, explica que algunos macromarcadores le han orientado a buscar la cola del incendio en una parte determinada.

Por el lado contrario

Más allá de la dirección del viento en el momento del incendio, confirmada por la estación meteorológica más cercana, el policía señala hacia una rama de un pino no chamuscada pero claramente afectada por el incendio: «O que nos di é que aquí o lume aínda non tiña moita intensidade, porque non está quemada, so deshidratada». Ciertamente, las que se encuentran algo más adelante en la hipotética dirección del fuego han quedado enhiestas, pero calcinadas.

Mientras se dirige a la que considera la cola del fuego, explica algunos detalles que empiezan a dibujar el previo al momento en que prendió la llama: «Ao principio pensamos que podería tratarse dunha queima que se lle foi das mans ao propietario», explica Tate. «Pero ninguén viu fume antes de que avisaran do lume», completa Santiago Neira, que señala hacia un punto en el que hay un montón de ramas amontonadas y quemadas: «Puido empezar aí ou que as lapas saíran douto sitio e queimaran o montón».

Tate va desgranando lo que ve y lo que significa. Hay bastantes árboles jóvenes cortados alrededor de la superficie quemada: «O dono estivo buscando os marcos e desbrozando», explica. Señala los cortes en los ejemplares talados: «Este fíxose o sábado cunha desbrozadora. E aquel uns días antes cunha motoserra». No necesita instrumentos, lo aprecia a simple vista: «O home estivo buscando os marcos da parcela e desbrozando. Seguramente o estivo facendo os fines de semana. Mira alí», y señala una estaca con pintura rosa que delimita la parcela y que ha sido clavada recientemente. Es un hecho también que el desbroce ha mantenido tres o cuatro árboles con intención de marcar una línea que más o menos marca un lado de la propiedad.

La marca definitiva

En un punto del perímetro, el policía se agacha y señala una marca imperceptible pero que va a influir definitivamente en la investigación: «Nesta pedra impactou a desbrozadora». En pocos minutos, encuentra otros impactos similares en dos piedras más. Allí, el suelo no está quemado, pero la hojarasca tiene al menos diez centímetros de espesor. Con lo que la policía autonómica y el guardia medioambiental ya han visto, ambos coinciden en una hipótesis.

El domingo, mientras alguien limpiaba la finca, un aspa de la desbrozadora golpeó en una piedra y provocó una chispa. Probablemente esa chispa prendió en el interior de la hojarasca originando una combustión lenta que tardó un tiempo indeterminado en convertirse en llama e iniciar el incendio. Cuando la persona que desbrozaba lo vio, ya no pudo controlarlo y se dio a la fuga. Puede que incluso se fuera antes de que prendiera. Esa es la conclusión sobre el terreno.

Pero el jueves, cuatro día después del siniestro, los propietarios niegan la hipótesis principal: sí estuvieron desbrozando los últimos fines de semana pero el domingo del incendio, no: «Caben dúas posibilidades ?dice el policía?: que mintan ou que fora intencionado por alguén que pasou por alí e prendeu lume, por rencillas ou polo que fora».

El incendio finalmente resulta también prototípico en su resolución. Los sospechosos iniciales tienen coartada y el incendio queda pendiente de resolver. Pendiente de noticias. De que aparezca algún testigo, de que se repita el patrón el año que viene cerca de allí, de que alguien diga algo... «A maioría das investigacións acaban así. Ao principio te frustras, pero logo te acostumas», dice el policía, antes de salir a investigar otro.

La ley del silencio dificulta las labores de investigación

«Os veciños, moitas veces, saben perfectamente quen puxo o lume. Pero non o queren dicir», comenta uno de los investigadores. Las razones para darle fuego al monte son múltiples: de la caza a la agricultura, de los daños que provoca la fauna a la simple piromanía pero todos saben que en el origen de la mayor parte de los incendios forestales hubo una mano humana y un mechero.

«Eu lembro un lume no que case toda a parroquia sabía quen fora o autor, porque o viran. Pero o detivemos pola declaración dunha soa persoa, e porque non era da parroquia», cuenta un policía autonómico con amplia experiencia. ¿Por qué ocurre así? «A xente ten medo a que haxa represalias, que o tipo lle queime o coche, ou o alpendre por declarar».

La investigación puede llegar muchas veces a aportar una idea muy aproximada del origen e incluso del autor de un incendio. La dificultad para los investigadores reside sobre todo en poder presentar pruebas irrefutables para demostrar sus conclusiones. La declaración de un testigo suele ser de enorme valor a la hora de encausar a un pirómano, pero es muy poco frecuente que eso ocurra, para desgracia de los policías. 

Siempre a favor de viento y pendiente

Sea cual sea el incendio hay algunos conceptos comunes que ayudan a destriparlo. El primero son sus partes: la cabeza (donde se apaga), la cola (donde se inicia) y los dos flancos, el derecho y el izquierdo. Y un incendio se investiga siempre de cabeza a cola. Cuando esta se alcanza, los investigadores la delimitan. Es la zona de inicio del fuego que a veces puede ser un metro cuadrado y otras de varias hectáreas. «Nos grandes incendios -explica un policía autonómico- temos zoas de orixe que poden ser un frente de varios kilómetros e hai que investigalos durante varios días».

Otra verdad inmutable en la anatomía del fuego es que avanza siempre a favor del viento y a favor de la pendiente. Frente a la duda, se impone este principio físico.

Volcanes, terremotos y rayos.Esas son las tres razones naturales que pueden provocar un incendio forestal. Es fácil descartarlas, por lo que es también sencillo determinar que casi todos los incendios forestales son producto de la mano del hombre, bien por negligencia o bien con intención de quemar. Las negligencias suelen ser la causa más común. La actividad humana en el escenario del fuego apunta muchas veces al posible origen: la casuística es múltiple: «As veces póñese lume só para buscar os marcos dunha finca cando a vexetación chegou a un punto que o dono non os ve».

Otro principio físico a tener en cuenta es que la vertiente más calcinada de los árboles (o de cualquier otro obstáculo con el que se encuentre el fuego) señala la dirección en la que avanza el incendio por el efecto chimenea que ejercen las llamas frente a un árbol. Cuando hay una carretera atravesada por el fuego, el margen en el que las llamas llegaron hasta el borde marca el lugar desde el que el fuego saltó al otro lado, cuya parte más cercana al asfalto no llega a quemarse.

Todos los incendios se investigan. A veces solo participa un cuerpo policial y a veces varios, pero cada incendio merece la atención de la Administración aunque son muy escasos los que acaban con una resolución definitiva y aún menos los que acaban en un juicio con condena.

Afirma el agente medioambiental Santiago Neira que, una de las mejores acciones contra el fuego, es atacar las causas. «Cando a investigación determina a causa que provocou o lume, é importante falar coa xente da zona para evitar que o volvan a facer. Imaxine que averiguamos que foi polos danos que causa o lobo. Unha serie de charlas na comarca poden evitar que volva o lume por esa razón». Sin duda, la educación lo es todo y, en materia de incendios, coinciden los investigadores, hace falta mucha.