Ethan Clay: «¿Quién imagina tatuar hasta 10.000 conchas de peregrinos en dos años?»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

De albergue a albergue le conocen como el tatuador de los peregrinos. Tras abrir un primer estudio en Santiago en el año 2022, este marzo inauguró nuevo local en A Caldeirería. «Muchos caminantes me dicen que para ellos el último sello del Camino ya es un tatuaje», destaca

14 abr 2024 . Actualizado a las 16:16 h.

Su nombre es Ethan Clay, pero para muchos ya es conocido como «el tatuador de los peregrinos». Un apodo con el que lo calificó en redes una influencer italiana llegada a Santiago que pasó por el estudio que el ecuatoriano, de 36 años, abrió en el 2022 en la rúa Rosalía de Castro. Menos de dos años después, y ya con un segundo local, inaugurado el pasado mes en la rúa A Caldeirería, su fama, no solo en el Camino, no deja de crecer. «El verano pasado hubo días con colas ante el estudio de hasta 40 caminantes. Me dio rabia que muchos volvieran a sus lugares de origen sin poder tatuarse... Por ello abrí ese segundo estudio, y en el casco histórico», resalta, declarándose «enamorado de Santiago». «Llueve mucho, pero aquí disfruto, también con su tranquilidad. Crecí en Guayaquil y eso lo valoro», razona. «En mi país, con 15 años, me fascinó un hombre que tatuaba en la calle. Llegué a casa, desarmé un coche de juguete y, con su motor, monté una máquina para tatuar. Mi padre se prestó como lienzo», evoca. «Allí la situación de pobreza empeoraba y hace 17 años vine adonde ya se había trasladado mi familia», continúa.

En Santiago inicia una vida de éxitos y algún sinsabor. «Empecé tatuando de forma particular a conocidos. Cuatro años después, surgió una oportunidad en hostelería. Entré como repartidor y luego como chef de sushi en el restaurante japonés Kyoto, donde conocí a Carine Campos, mi esposa, la hermana del dueño. Me hice socio. Luego nos mudamos a Vilagarcía, donde me impliqué en varios proyectos, como el restaurante de un gimnasio, una firma de reparto o una línea de helados artesanales. Abrimos un restaurante japonés, el Ochiba, con el que ganamos un premio nacional. En los negocios soy seguro y echado para adelante. Me iba bien, pero llegó el covid. Vendí todo y me hundí. Mi mujer, mi apoyo más grande, mi madre, con sus sabios consejos, y mis hijas, mi mayor estímulo, me ayudaron a salir. En Vilagarcía había conocido al tatuador Hayner Rodrigues. Me animó a retomar mi vocación y le estaré eternamente agradecido», subraya.

«Volví a Santiago, de donde me siento, y trabajé con mi hermano en su empresa de pintura. En el 2022, con lo ahorrado, y por primera vez con miedo por lo sufrido, abrí mi estudio en la rúa Rosalía de Castro, por donde pasa el Camino. A diario imprimía en casa folletos publicitarios e iba desde O Milladoiro hasta el local pegándolos, así como por el resto de Santiago. Pensaba que si los peregrinos venían leyéndolos, se quedarían con ello. El primer día tuve 40 clientes y se corrió la voz», recuerda, señalando que a su éxito, posicionado con la máxima valoración en Google y apuntalado con precios especiales para caminantes, también contribuyó su estilo.

«Me especialicé en los tatuajes de línea fina y en los microrrealismos, de moda hoy en día, sobre todo entre las mujeres, que llegan a ser, en el caso de mis clientes de Santiago, hasta el 80 %. Al reproducir obras con mínimo detalle, muchos me piden tatuarles la firma de sus padres o abuelos a partir de documentos, así como huellas dactilares», explica, incidiendo que en el caso de los peregrinos la demanda se centra en la vieira y en frases como «Buen Camino». «¿Quién imagina tatuar hasta 10.000 conchas en dos años?», reflexiona, admitiendo que para muchos de ellos grabarse en la piel algo sobre la ruta ya es casi otro ritual.

Agradecido, rescata vivencias. «No olvido a una mujer que llegó con un tubo en la cabeza. Había pasado un tumor y le desaconsejaron andar, pero ella se había prometido hacer el Camino. Sin decírselo a su marido e hijos, se vino y lo completó. Quiso tatuarse la palabra amor, por amor propio», prosigue. «Tatué también a una puertorriqueña de 90 años que superó una enfermedad. Su hija se rapó la cabeza en el Obradoiro», remarca. «Caminantes de distintos países reservan cita ya en enero. En Rosalía de Castro mi agenda está llena hasta septiembre. La previsión es atender en verano, entre ambos estudios, a 250 peregrinos al día», avanza.

PACO RODRÍGUEZ

Admite riendo que él no hizo el Camino. «Hasta bromeó con eso uno de la oficina de peregrinos, que se tatuó aquí», apunta. «Muchos caminantes me dicen que para ellos el último sello del Camino ya es un tatuaje», acentúa.