A Ponte

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

13 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

He ido a echar un vistazo a A Ponte do Peregrino, en el Camino Portugués a Santiago. Se encuentra justo al salvar el Ulla y pisar el concello de Padrón, en una placita curiosa y en un lugar estratégico para que paren esos, los peregrinos. Un recinto muy pequeño, muy colorido, un poco folclórico de más para algunos, pero sobre todo un lugar grato. Las dos mujeres —muy jóvenes— que están al frente del negocio, y que, por supuesto, no conocían de nada al firmante, fueron muy agradables.

Buena cosa es que se recuperen las tradiciones, y una de ellas, milenaria, la define la pujanza de la iniciativa privada. Así que, en ese sentido, bienvenida la idea. La siguiente reflexión es que A Ponte do Peregrino puede ser tildada de negocio. Nadie lo niega. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Acaso las posadas y los guías —templarios aparte— trabajaban gratis en la Edad Media? Cierto, A Ponte do Peregrino ofrece un montón de cachivaches, pines y demás que no ocultan esa mercantilización. En fin, no resulta obligatorio comprar.

Lo interesante es que el peregrino (o el turista, que cada vez hay más recorriendo las rutas jacobeas y no, no son lo mismo) encuentra allí una acogida cálida y una sonrisa, unas mesas y sillas (realmente no bonitas) donde tomar una Estrella de Galicia, que se está convirtiendo en la cerveza de todo caminante que se precie.

Y ello debería de animar al concello de Padrón a dejar esa plazoleta en mejores condiciones. Es verdad que ya se ha renovado porque aquello era tercermundista hace muy pocos años, pero todavía le falta encanto. Un encanto que por ahora se lo pone A Ponte de Peregrino, al lado de unos arcos históricos cuya enjundiosa historia no explica panel alguno.