Las calles de los vinos se apagan en enero

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Los hosteleros aprovechan la caída en picado del consumo por la pandemia para dar vacaciones a sus plantillas y realizar pequeñas obras en sus locales

23 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Dar un paseo, a partir de las seis o siete de la tarde, por cualquiera de las calles de la ciudad permite comprobar la veracidad de la visión pesimista que ofrecen los hosteleros compostelanos sobre el consumo de ocio a partir del 6 de enero. En general, hablan de una caída en picado en los locales de ocio diurno, que es mucho más acusada en el nocturno. Los que ofrecen menús para trabajadores reconocen que, a mediodía, van salvando los muebles, pero, en general, el movimiento es escaso. Los bares se ven ahora más ahogados por el hecho de no poder utilizar las barras. Ante esta situación, agravada por las restricciones del covid, gran parte de la hostelería decidió coger vacaciones este mes. Las calles más representativas del taceo, como el Franco, A Raíña, San Pedro, San Agustín y As Ameas, se quedan casi vacías cuando el sol ofrece sus últimos rayos, y a partir de las ocho de la tarde el número de paseantes es aún menor.

Aquellos que, pese a todo, mantienen la costumbre de salir a tomar algo tienen dificultades para encontrar sitio en alguno de los locales abiertos. Incluso a última hora de la tarde de un viernes. Las limitaciones de aforo impuestas por la pandemia a los pocos negocios que están abiertos hacen complicado atender adecuadamente la demanda.

Thor Rodríguez, presidente de la asociación Hostelería Compostela, considera que en estos cierres de la hostelería en enero confluyen varios factores. «El fundamental es que no hay consumo. La gente no sale», explica. Y los hosteleros aprovechan para «sacarse de encima una parte de las vacaciones de los trabajadores ahora», y con ello garantizarse la disponibilidad para la temporada de más animación, a partir de Semana Santa.

La falta de personal, clave

Aunque tradicionalmente muchos locales cierran este mes, el portavoz de los hosteleros de Santiago reconoce que este año han sido muchos más, y posiblemente se debe a la falta de personal, admite Thor Rodríguez. «No es fácil conseguir camareros para las extras, así que mejor dar vacaciones ya y tener al personal disponible. No olvidemos que el convenio establece 45 días de vacaciones al año», precisa.

La zona de vinos más tradicional de Santiago es la formada por las calles Franco y A Raíña, y en ellas las reaperturas se anuncian entre mañana y el 3 de febrero. Entre los locales cerrados están San Jaime, Central, Sant-Yago, Coruña, Galeón Raíña, María Castañas, Ribadavia, El Papatorio, Taberna do Bispo, Suma, O 42 y Lavazza. Otro de los establecimientos que cerró por vacaciones y no volverá hasta finales de mes es el Bemboa, en la rúa Preguntoiro. Y también están cerrados, entre otros, Bloom y Sónar.

«O restaurante non pechara nunca, pero agora foi o mellor»

El restaurante O Dezaseis, en la rúa San Pedro, no ha suspendido sus servicios nunca desde su apertura. Hasta ahora, sus gestores organizaron los turnos y las vacaciones del personal de manera que siempre fue posible mantener el local abierto. Esta situación se trastocó con la llegada del covid, las restricciones impuestas al sector de la hostelería y la caída del consumo en los locales de ocio después de las Navidades. «Nunca pechei o restaurante, pero este ano o falamos entre todos e foi o mellor», explicó Avelino Martínez, del restaurante O Dezaseis. El último servicio fue la cena del 31 de diciembre, y después echaron el cierre hasta su reapertura a mediados de esta semana. Aunque en la decisión del cierre jugaron varios factores, el covid tuvo mucho que ver. Primero dieron positivo dos trabajadores. Aunque «non eran graves» suponían aislamientos. Y poco después cayeron dos personas más. «Vendo como se poñía a cousa, o mellor era pechar». Avelino reconoce que, desde hacía un tiempo se veía que las comidas «aguantan mellor, pero as ceas eran peores». Por otro lado, la falta de personal para organizar turnos, la previsible caída del consumo y las restricciones apuntalaron la decisión de echar el cierre y «pasar tempo coa familia e os pequenos».

A los negocios que optaron por bajar la persiana durante varias semanas de enero, e incluso hasta febrero, hay que sumar los que adelantan la hora de cierre para encajar los turnos. Es el caso del café Casino que cierra a las 18.00 horas de lunes a jueves, y el fin de semana prolonga la apertura hasta las 21.00. Antonio Rivero explica que la decisión se tomó para dar vacaciones al personal y, sobre todo, porque «la cuesta de enero se nota». Rivero comenta que «tras las Navidades, la gente tiene miedo. Este año seguimos de pandemia, en medio de una gran ola de contagio, peor que las anteriores. Todos conocemos a gente contagiada o que lo ha estado. Casi no se ven personas por la ciudad», lamenta.