La inmensa mayoría de la hostelería de Santiago mantiene los precintos: «Abrir la barra no es rentable»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Renuncian a recuperar los espacios para consumir de pie al tener que retirar mesas para cumplir con las distancias de seguridad

18 sep 2021 . Actualizado a las 00:37 h.

De «caramelo envenenado» califica Suso Peón, del café bar Polígono, la medida de permitir utilizar las barras de los bares, porque las condiciones que hay que cumplir hacen inviable esta posibilidad en la inmensa mayoría de los establecimientos de Santiago. En su caso decidió abrir ayer la barra, porque tiene un amplio espacio en esa zona. Sin embargo, Peón reconoce que los clientes no la emplean, «porque están acostumbrados a sentarse en las mesas». Su decisión está más vinculada con la posibilidad de ampliar el aforo interior hasta el 75 % y la terraza al 100 %, pero «porque el local es grande y permite cumplir las distancias entre clientes», explica.

En principio, ese establecimiento del polígono do Tambre es el único que usará la barra en Santiago. «Llamamos a todos los locales y nadie tenía previsto utilizarla. La mayoría tenían muchas dudas sobre las condiciones, pero una vez analizadas, renuncian a abrir las barras», asegura Thor Rodríguez, presidente de Hostelería Compostela. La clave, indica, es que «no es rentable. Si abro la barra, se pierden clientes fue la respuesta más extendida entre los hosteleros». Desde la asociación comentan que los hosteleros consultados, en general, creen que las nuevas medidas vienen a complicar más el trabajo. «Vuelven a pedirnos que actuemos de policías, porque en las barras solo pueden estar juntas dos personas convivientes», señala Rodríguez. La entidad realizó una consulta entre los locales para la organización del certamen Santiago é Tapas, y «todos confirmaron que no usarán las barras, porque el número de comensales que ganan en la barra no compensa los que se pierden en las mesas que hay que quitar para poder utilizar la barra».

En varios locales del Franco y A Raíña vienen a confirmar la imposibilidad de emplear las barras, al exigirles una distancia de metro y medio entre los clientes de las barras y las mesas, que es la misma que entre cada grupo de consumidores en la barra. Una hostelera de uno de los locales más populares de A Raíña apunta que la distancia desde la barra a la cristalera de la fachada pueden ser de un par de metros, así que «mesas o barra. En las mesas caben unas doce personas, y en la barra solo entran cuatro. La cuenta es fácil», señala.

Tampoco en las cafeterías veían factible a primera hora de la mañana de ayer empezar a abrir las barras para los cafés. Vuelve a pesar el hecho de que pierden plazas. Todos los consultados consideran que el resto de las condiciones son accesibles. En todos los locales, el gel está a la vista, tienen medidor de CO2 y emplean mascarillas FFP2. Los hosteleros no ven problema en los test de antígenos, aunque matizan que no son obligatorios.

Sandra Alonso

«Pierdo seis sitios con la barra»

El bar Ourense, de A Raíña, es uno de los locales de Santiago donde tienen claro que el uso de la barra no les compensa económicamente. Jorge Pérez apunta que «para poder usar la barra, tengo que quitar estas mesas que están pegadas a ella. Si hago eso, pierdo seis sitios para ganar cuatro en la barra. No es negocio». A Jorge le sorprende que se exija una distancia de metro y medio entre las espaldas de los que están en las mesas, pero «puedes estar pegado al que tienes en la misma mesa. ¿Es que se contagia ahora por el cogote?», ironiza. La exigencia de los medidores de CO2, mascarillas, gel hidroalcohólico y limpieza del baño «no es un problema. Oí que un hostelero decía que muchos se enterarán ahora de lo que es limpiar un baño, pero no creo que sea así; en general, los baños siempre están bien». 

Sandra Alonso

«Me quedo en el nivel básico»

En el restaurante San Clemente tampoco usarán la barra. «Después de medir los espacios, pierdo mesas. No me compensa meter a cuatro personas en la barra si tengo que quitar mesas para mantener la distancia de metro y medio», explica Miguel Ángel Diéguez Vázquez. Abrir la barra requeriría contratar un camarero más, y «precisamente estamos intentando recuperarnos, no puedo meter más personal». Pasar al nivel máximo le permitiría usar la terraza al 100 %, pero las distancias entre mesas le impiden en la práctica llenar el recinto. «Me quedo en el nivel básico, porque no gano nada». Diéguez dispone de medidor de CO2: «Tengo uno sencillo y tenía previsto comprar otro más completo. Lo haré, así que el problema no es todo lo que piden, sino las condiciones a la hora de usar la barra».