«Jamás tuve que pedir nada hasta ahora»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

En Cáritas atienden casos de familias con vidas normalizadas que perdieron empleos en esta crisis o soportan un ERTE que no les permite pagar créditos, hipoteca y gastos básicos del mes

04 feb 2021 . Actualizado a las 00:50 h.

Ponerle cara a las consecuencias económicas del covid es un buen ejercicio para tener una visión más realista de la situación a la que se enfrentan cada día cientos de personas. José tenía un trabajo estable y unos ingresos que le permitían llevar una vida totalmente normalizada. «Pagaba mis facturas, la manutención y podía tener una vida normal como la de cualquier persona», explica José. Pide mantener su anonimato: «Me conoce mucha gente y no quiero que sean conscientes de todo lo que estoy pasando». Tiene 45 años y dos hijos -de 14 y 11 años-, y durante la conversación repite una y otra vez una historia que se da en muchos hogares: «Jamás habría pensado verme pidiendo ayuda, jamás estuve sin ingresos. Trabajé siempre, desde joven, y soy una persona optimista que está pasando por una situación que no podría imaginar».

Ese optimismo de José le mantiene activo. «Cuando di el paso de venir a Cáritas fue muy duro. Quiero recuperar mi vida, así que haré todo lo que sea», relata José, quien está separado. «Es un alivio que mis hijos no estén sufriendo las consecuencias de esta situación, porque su madre tiene una vida normalizada. Pero yo no puedo cumplir con mis obligaciones de forma regular y no me gusta esta situación». Tiene una meta clara: «Recuperar mi vida y volver a ser independiente económicamente».

Su vida comenzó a torcerse en el 2019. Aquel año capitalizó todo el paro para poner en marcha un negocio, pero la suerte no estuvo de su parte. «Siempre tuve trabajos. En una u otra cosa, pero nunca me quedé sin ingresos. Tuve una cafetería en un servicio público, y trabajé en hostelería. Fui comercial y las cosas iban bien, pero todo se fue al traste», describe. Cuando llegó la pandemia trabajaba en el aparcamiento del aeropuerto. «Me mandaron al ERTE. Volví después del cierre, pero se acabó el contrato en septiembre y no me renovaron por culpa del covid. Sé que habría seguido trabajando, pero todo se paralizó». Desde entonces, José solo pudo cobrar un mes el paro, al haber capitalizado en el 2019 la cantidad acumulada «tras años y años de trabajo». Ahora sus ingresos se reducen a la ayuda social «para las personas que se quedan sin nada, pero pago 300 euros de alquiler y no da para mucho más». Estos días comienza a ver luz al final del túnel: «Cáritas me ayudará con el alojamiento. Me ahorro el alquiler, al irme a uno de sus pisos. Creo que así podré arrancar. Yo acepto trabajar en lo que sea».

José sabe que la situación que está atravesando no es única. «Hay muchas personas sufriendo mucho, y hay que mantener la ilusión para salir adelante. Esto es un golpe duro que te da la vida. Ahora, con la ayuda de alojamiento, será un respiro. Pero es algo temporal. Espero que de poco tiempo. Solo para saltar el bache».

Cáritas atendió a 130 personas en enero pasado, un 30 % más que durante el mismo mes del 2020

«Las personas que llegaron en enero venían muy agobiadas por el temor a que se terminaran los ERTE», señalan en Cáritas. Enero se cerró con nuevo récord de atenciones en Santiago. Se tramitaron 225 solicitudes para 130 personas, lo que representa un 30 % más de las que se acercaron en el mes de enero del pasado año. El 2021 empezó como terminó el 2020, con un incremento del 30 % en la atención primaria, en la que se tramitan diversas líneas de ayudas, entre las que destacan empleo, ropa y vivienda. Lo peor es que las donaciones también bajaron, un 30 %, por lo que cada vez es más complicado llegar a todas las necesidades.

Una de las cuestiones que más preocupa a los técnicos de Cáritas es que el incremento de casos está unido a un cambio del perfil de los usuarios. «Gente que no vino nunca y jamás se planteó venir», apuntan. Se trata de emigrantes con ingresos estables que les permitían tener una vida normalizada. «Pagaban sus créditos e hipotecas», explican. También nacionales con trabajos «que le permitían vivir». A Cáritas llegan ahora personas con contratos temporales, con cobros en negro, que al quedarse sin empleo se quedan sin paro y sin ERTE. Proceden de la limpieza en hostelería, del reparto de publicidad, del cuidado de mayores y menores, y con contratos de medias jornadas al pasar a ERTE se quedan con ingresos escasos: «Tienen que elegir deudas o comer».