El jamón

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

16 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los que hemos pasado hambre alguna vez, y yo la pasé cuando empecé a trabajar como periodista y me fui de casa de mis padres con los bolsillos vacíos y la cabeza llena de sueños, sabemos que tener un jamón es sinónimo de resistencia. En aquellos días, mi padre me regalaba uno cada Navidad y esa era mi comida y mi cena durante un tiempo. Así que cuando anunciaron el confinamiento lo primero que hice fue comprar un jamón. Olvidé el jamonero, por lo que la pata sigue intacta hasta que llegue el que hemos comprado por Internet. Cuando presumí ante mi madre de mi adquisición se quedó preocupada. Pensó que el corte a cuchillo del jamón implica un riesgo importante de accidente doméstico y las estadísticas así lo dicen, pero uno nunca sabe dónde tiene su riesgo. El mío, contra todo pronóstico, no estaba en el jamón, sino en mi adorada taza del Atleti, en la que desayunaba cada mañana desde hacía años. Hace unos días, a la condenada se le partió el asa cuando me preparaba un té y, no contenta con hacerme un corte profundo en un dedo, me abrasó la barriga y el brazo izquierdo. Estoy bien, gracias a los cuidados rápidos y precisos de mi mujer, pero el incidente me hizo reflexionar sobre las cosas que tiene la existencia. En plena pandemia del coronavirus, con el mundo doblegado por el COVID-19, y con el peligro evidente de mi gusto por el jamón en tiempos de guerra, yo casi me preparo un escenario de lesión grave por beber té en mi taza favorita. No hay nada heroico en ello, la verdad, así que tardé días en confesarle esto que ahora cuento a mi santa madre, que, como me conoce, sigue preocupada por el jamón.