Las soluciones a las barreras arquitectónicas son un derecho de todos, pero sobre todo, de los colectivos que precisan también de señales acústicas o visuales para desplazarse por la calle
01 sep 2019 . Actualizado a las 22:12 h.Prácticamente invisibles para quienes no las sufren. Un enorme contratiempo para aquellas personas que tienen la poca fortuna de padecerlas. Así son las barreras arquitectónicas urbanas, o lo que es lo mismo, todo aquel obstáculo que impide que en un tramo de vía se alcance la llamada accesibilidad universal.
Este término hace referencia al grado en el cual todas las personas pueden desenvolverse de forma autónoma en la calle, en condiciones de seguridad y comodidad, y aunque atañe a todos los individuos, son ciertos colectivos los que con menos frecuencia tienen garantizada la accesibilidad. Personas con discapacidades físicas o visuales, ancianos, gente lesionada o convaleciente de alguna dolencia, enfermos cardíacos..., en función del colectivo a tener en cuenta, se puede determinar qué es un impedimento y qué no lo es.
pasos de peatones
Semáforos y bordillos. El tráfico suele ser uno de los mayores peligros para varios grupos de personas. En Compostela, no son pocos los semáforos cuya megafonía no funciona, tanto en el centro como en varios barrios, dificultando enormemente su utilización para personas con discapacidad visual. A su vez, algunos pasos de peatones no se encuentran a cuota cero, es decir, no existe un rebaje que ponga el bordillo a ras de suelo, de modo que se obstaculiza e incluso imposibilita el uso a personas que dependen de una silla de ruedas.
La «plataforma única»
Un arma de doble filo. Se denomina así a secciones de la vía en las cuales la acera y la calzada están a la misma altura, y no existe bordillo. Se trata de un caso curioso, ya que aunque para algunos grupos de persona esto pueda ser un punto a favor, no es el caso de los invidentes, a quienes la acera y calzada en estos tramos se hace totalmente indistinguible, como ocurre en el Ensanche, en el cruce entre las calles Xeneral Pardiñas y Montero Ríos.
escaleras y rampas
Ausencia de alternativas. Cualquier tipo de escalón es un impedimento para personas que se desempeñan en su día a día en una silla de ruedas, y un obstáculo para muchas otras como ancianos o personas convaleciente. Es por ello que las rampas se han configurado como una buena solución que facilita enormemente la accesibilidad. Pero surgen problemas cuando no se presenta esta alternativa, algo que, aunque se acentúa enormemente en el casco histórico, también ocurre en otras zonas de la ciudad, como es el caso de la plaza de Ultreia. Otro problema surge cuando, aún existiendo rampas como alternativa a las escaleras, estas tienen una combinación de longitud y pendiente que las hace impracticables para sillas de ruedas manuales. Es el caso de la entrada a la facultad de Ciencias de la Comunicación.
aparcamientos
Mal construidos. En muchas ocasiones, los estacionamientos destinados a personas con discapacidad física acarrean grandes errores de construcción, como puede ser el colocar una farola en el lugar donde debería abrir la puerta del coche. También existen problemas con ciertos aparcamientos de motocicletas, que se encuentran a la misma altura que la acera. Estos ocasionan problemas para invidentes, que se sirven de su memoria para reconocer el terreno, ya que, al contrario que los elementos del mobiliario urbano, la estructura, el diseño y el espacio que ocupan los estacionamientos difieren ligeramente según estén aparcados unos vehículos u otros. Es el caso del aparcamiento de motocicletas de la calle Montero Ríos.
salientes
Expositores y demás objetos colgados de la pared. Este tipo de obstáculos son especialmente problemáticos para, por ejemplo, personas invidentes, que no los detectan al no estar sujetos al suelo. En la zona vieja abundan los expositores de joyas y demás productos, que ocupan espacios diseñados para el tránsito de personas y dificultan el paso, además de ser susceptibles de crear situaciones de peligro para invidentes.
pavimento
Adoquines y empedrados. Las calles pavimentadas de forma irregular son un gran peligro para usuarios de sillas de ruedas. Las oscilaciones que provocan materiales como adoquines o piedras en la calzada, como es el caso de San Clemente, también imposibilitan el uso cómodo para personas con lesiones de médula, a las cuales, atravesar un firme de este tipo a bordo de un vehículo, les resulta muy doloroso a causa de las vibraciones que produce.
obras
Andamios y contenedores. Las obras modifican el espacio urbano por un tiempo determinado, de modo que grupos de personas como los invidentes se encuentran con lugares que no reconocen y que están llenos de peligros. Es el caso de las fachadas llenas de andamios, como ocurre en la calle Xeneral Pardiñas, o de los contenedores de escombro.
aceras
Estrechamientos y terrazas. Para que una silla de ruedas pase cómodamente por una acera, esta debe tener un ancho de al menos 1,20 metros, algo que, en ciertos casos, no ocurre. Además, las muchas terrazas que pueblan las calles de Santiago, no solo estrechan las aceras, también crean peligros a las personas con discapacidad visual, ya que no todos los locales sitúan sus mesas del mismo lado. Algunos las colocan bordeando la calzada y otros, pegadas a la fachada del establecimiento, de modo que causan confusión a los invidentes.