Cuando la rutina de salir a la calle en Compostela se convierte en una odisea

A. Felpeto / S. L. L. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

JAVIER G. SOBRADO

Para quien no tiene referencias visuales los peligros son constantes si las barreras engañan a los demás sentidos

01 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando la rutina de salir a la calle se convierte en una aventura, uno comienza a plantearse si en Santiago todo está bajo control. La odisea para una persona invidente empieza en la zona vieja, donde aparte de algunos carteles y expositores que impiden nuestro tránsito, nos encontramos con calles imposibles de distinguir entre sí. Pero eso es solo el principio.

De la Rúa Nova a Orfas: Salvo un cartel que pasa desapercibido, no hay ningún tipo de señalización, lo que lleva a confusión también a peregrinos y visitantes. ¿Y las aceras? Pese a que el casco histórico no es una zona de carga y descarga, pasan coches, camiones, y furgonetas... También puede ocurrir que la calle esté abarrotada de gente y entonces no sepamos muy bien hacia dónde tirar... Ni siquiera sabemos si estamos o no en la acera.

Nos dirigimos al Ensanche, pasando por la Praza de Galicia y en dirección a Doutor Teixeiro, para llegar finalmente a Xeneral Pardiñas. Allí nos encontramos una iniciativa que están llevando a cabo muchos concellos en las zonas semipeatonales: las llamadas plataformas únicas. Consiste en que todo el pavimento esté a un mismo nivel, tanto la calzada como las aceras. Muy útil para sillas de ruedas o carritos de bebé, porque en todo lo largo de la calle no hay ni un solo escalón. Pero lo habitual es que nadie, ni en silla de ruedas ni con un carrito, cruce por el medio de la calle, sino que lo hace por el paso de cebra. Para un invidente, en cambio, no distinguir la acera de la calzada es un peligro.

Tomamos por Montero Ríos para coger el bus en la Praza de Galicia, y dirigirnos a Vite. Como en otras paradas del centro de la ciudad, hay bastantes líneas que cubren ese trayecto. Y aquí surge otro problema cuando llegan dos buses seguidos. Un vehículo se detiene detrás del otro y resulta bastante complicado saber que línea es la que para primero, aparte de que a veces ni siquiera nos enteramos de que viene otro autobús detrás. Sí, está Maisbus, la aplicación móvil que informa sobre el transporte urbano en la ciudad, pero no siempre es exacta. A veces aparecen autobuses que no vienen, y otras veces es al revés, de repente aparece en la parada uno que no figura en la aplicación.

Para quien se desplaza sin referencias visuales, salir a la calle es un acto de valentía diario.

Santiago, muy mejorable y sin un plan claro de accesibilidad, según Cogami

Álvaro García es el responsable del área de accesibilidad de la Confederación Gallega de Personas con Discapacidad (Cogami), una entidad sin ánimo de lucro constituida por 58 asociaciones de personas con discapacidad física y orgánica. Para él, en términos de accesibilidad, Santiago es una ciudad muy mejorable.

Reconoce que hay cosas que van, poco a poco, mejorando, pero asegura que «non nos podemos conformar co que temos», sobre todo si se atiende al hecho de que en numerosas construcciones recientes no parece haberse adaptado la tendencia a buscar la accesibilidad universal, es decir, intentar que la ciudad pueda ser utilizada por todo el mundo en condiciones de seguridad y comodidad. Algo que no solo afecta a las personas con discapacidad. La accesibilidad atañe también a ancianos, personas con discapacidad intelectual, enfermos cardíacos o convalecientes de una enfermedad o lesión... E incluso al total de los habitantes, ya que, como dice Álvaro García, «a todos nos é máis cómodo».

La ausencia de un plan claro de accesibilidad, que busque que las calles de Compostela estén preparadas para que personas con discapacidad se desenvuelvan de forma autónoma, también preocupa, porque cada vez, dice Álvaro, hay más personas que lo necesitan.