En la resaca de la crispadísima campaña electoral que apenas nos ha dejado un respiro, obligado, en la jornada de reflexión, y cuando nos precipitamos ya desde esta noche, sin solución de continuidad, hacia las urnas municipales del 26M, vale mucho la pena -ahora más que nunca- hacer un alto y dar la bienvenida a la voluntad, confirmada por carta por la Casa Real al presidente de la Xunta y al alcalde, de recuperar uno de los escenarios más aleccionadores que una ciudad española ha podido aportar en el actual período democrático. No es otro que el retorno del Real Patronato, que si bien nunca nadie se atrevió a certificar su deceso, sí ofrecía síntomas de estar abocado a una inexorable muerte lenta. Tan lenta como los 16 años que lleva sin reunirse. El plan de inversiones que tendrá previsiblemente sobre la mesa -220 millones de euros hasta el 2027- aun siendo importantísimo para Compostela, no es lo trascendente. Sí lo es la ejemplaridad de un organismo que pone los valores de una ciudad universal, y por tanto los intereses de Galicia y de la propia España, por encima de la lucha política, que sienta a la misma mesa a rivales partidarios para practicar consensos, ese estilo de ejercer la representación de los ciudadanos que tanto echamos de menos, al menos quienes hemos visto, en la propia Compostela en tiempos pasados, los grandes beneficios que genera. Será difícil que las urnas dicten esta noche un cambio de rumbo en esa dirección del diálogo para el consenso, y ya veremos las locales dentro de un mes. La única certeza es que gobiernos y oposiciones tendrán en nuestra ciudad un espacio para el entendimiento.