Por un minuto

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

09 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el tesoro más valioso. Lo que buscamos y cada vez nos resulta más complicado encontrar. Lo que nos mueve. El tiempo. Lo que nos trae de cabeza. Tiempo para hacer esto sin dejar de atender aquello. Es curioso. Asumir su necesidad es sumergirse en la madurez. Porque en la juventud no somos conscientes de su trascendencia, y lo derrochamos con esa sensación de plenitud que solo da entregar sin mediada aquello que se cree interminable o en cuya escasez no se repara. La fiesta de la que nunca quisiéramos marcharnos.

Todos lo medimos por igual, pero cada persona tiene su forma de valorarlo. En mi caso, la paternidad cambió la perspectiva. Cosas a las que antes dedicaba el tiempo que me quedaba libre me parecen ahora accesorias. Y al revés. Antes un mismo libro no pasaba a formar parte de la decoración de la mesilla de noche durante semanas. Y los discos, que entraban en casa con mucha mayor frecuencia, salían del plástico, y sonaban. Ahora regateamos hasta para esos placeres. Por eso cada minuto de la jornada es oro.

De regreso a casa, pienso en las motivaciones que miden la prisa del tipo que detiene su coche a mi lado en el semáforo. A las 21.30 son muchos. Pero a las 22.30 todavía son bastantes. Cada uno tendrá sus razones, pero a todos nos une ese deseo de reiniciar la marcha con la mayor celeridad posible. Todo el día apurando el paso para aprovechar cada minuto y no perder ni uno. Apretando el pedal para llegar a tiempo y al entrar en la casa, silenciosa y en penumbra, no tener que escuchar una noche más, entre susurros, la sentencia de un nuevo fracaso: «Acaba de dormirse. Preguntó por ti».