Roberto Pereira: «No es normal que se tarde un año en dar la licencia de obra a una empresa»

Mario Beramendi Álvarez
MARIO BERAMENDI SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El asesor compostelano advierte de que la recuperación económica no ha llegado a los hogares

29 oct 2018 . Actualizado a las 09:46 h.

Se define como un compostelano de toda la vida. Roberto Pereira (Santiago, 1957), economista, lleva al frente del Club Financiero de Santiago desde el 2010, el año de su constitución.

-¿Por qué nació esta iniciativa?

-Fue una idea de los empresarios y profesionales que compartíamos una inquietud. Santiago es una ciudad pequeña, a rebufo de Vigo y A Coruña, pero ostenta la capitalidad. En este contexto, creímos necesario que faltaba un referente, una representación de la sociedad civil en sentido amplio, un instrumento capaz de canalizar esas demandas.

-¿Y qué han hecho desde entonces?

-Lo resumiría en hitos. Primero, hemos conseguido que las administraciones nos reconozcan como un interlocutor válido. Segundo, hemos logrado el reconocimiento de los otros clubes financieros constituidos con anterioridad, que son Vigo y A Coruña. Y tercero, y más importante, hemos contribuido a la formación de la clase empresarial, con alianzas con IESE y ESADE.

-¿Qué demandas se han planteado a los poderes públicos?

-Aquí es importante la alianza con los clubes de Vigo y A Coruña porque eso nos consolida como un referente. Entre los tres sumamos una gran masa crítica, con un 95 % del PIB de la comunidad autónoma. Esto nos da pie a plantear reclamaciones con una mayor fuerza.

-¿Pero qué han propuesto?

-Hemos aparcado los intereses localistas. Cuando actuamos conjuntamente, como una plataforma, tenemos que plantear cuestiones generales. Y eso no es óbice para que cada club plantee sus asuntos, como cuando nosotros apostamos por la integración de los ayuntamientos que conforman el área de Compostela para optimizar servicios. A nivel general, hemos opinado sobre los tres aeropuertos, y por la necesidad de potenciar un aeródromo central, sin que ello vaya en detrimento de las especialidades de los que ya están creados.

-¿Miran más las empresas a los clubes financieros por la crisis tan grave que ha atravesado la patronal gallega?

-Esta es una cuestión muy sensible. Nosotros hemos tenido reuniones con la Administración, cuyo interlocutor es precisamente la CEG. La patronal es necesaria para el diálogo social, pero ha sido una desgracia se haya producido este vacío, sin poder consolidar una presidencia y una junta estable. Para nosotros es muy importante aclarar que no nacimos para competir con la CEG.

-¿Ha llegado la recuperación a la calle y a la economía compostelana?

-No, y es un no rotundo. Y no lo ha hecho porque el consumo se ha frenado. Hay muchísima prudencia a la hora de gastar. La gente le ha visto las orejas al lobo, la crisis ha sido larga y duradera, y los ciudadanos se muestran muy desconfiados. Sí es verdad que hay índices macro que son mejores. Eso es indudable. Aquí se han juntado dos cosas: ya veníamos antes de una devaluación con el euro, en la época de vacas gordas. Y a esto hubo que sumar después la devaluación salarial con la crisis. Esto es importante recordarlo, y parece a menudo olvidado. España no estaba jugando en la misma liga que otras economías europeas.

-¿Cómo valora la continúa destrucción del tejido comercial en la ciudad?

-Es una consecuencia de lo que decía antes. No hay consumo en la calle y los establecimientos no generan el suficiente dinero para poder subsistir. Un comerciante cuando abre la puerta de su negocio cada mañana ya está haciendo un apunte contable en la cuenta de resultados. Es decir, está generando gastos: luz, empleados, mercancía. Y cuanto más tiempo permanece con la puerta abierta, más gastos tiene. Por tanto, de forma paralela, tiene que generar ingresos, y si no lo hace, solo le queda cerrar. Cuanto más tarde en echar la persiana, más pierde. En Santiago no es suficiente con que el turismo funcione.

-¿A qué se refiere?

-Nosotros tenemos una ventaja importante con respecto a otras localidades, que es el Camino de Santiago. Pero no es la panacea. El turista no es un perfil de visitante que gaste mucho. Incide positivamente sobre la restauración, la hostelería y las tiendas de recuerdos. A ellos les va bien. Pero el resto del comercio vive de los de aquí, y necesita más. Y por tanto, en paralelo, hay que contar con una locomotora, con algo que tire. En su día fue la construcción. Pero ahora no.

-¿Cuál es el reemplazo?

-Nosotros tenemos una universidad que genera investigación y que puede facilitar la puesta en marcha de ideas innovadoras. Tenemos un polígono industrial, en Costa Vella y A Sionlla, que está infrautilizado, con una muy baja ocupación. La administración no tiene que subvencionar, pero sí ayudar a las compañías que quieren instalarse ahí. A las proyectos, cuando hay que empujarlas, es el momento de arrancar, y no después, porque si la idea es buena no lo va a necesitar. Hay que ayudar a las empresas en la instalación y, sobre todo, en la financiación, porque cuando inician su andadura no tienen dinero ni garantías.

-¿Cuál es el papel de una administración municipal para incidir con su política en la economía local?

-Enormemente relevante. Y se puede explicar con un ejemplo. El pasado verano salió una noticia de una firma que había descorchado unas botellas de champán por haber conseguido la licencia de obra para empezar la construcción de sus instalaciones. Y se la daban después de doce meses de espera. Se celebró como un éxito. No es normal que se tarde un año en dar una licencia de obra a una empresa. La idea de los concellos emprendedores, que agilizan trámites y que está en la ley de la Xunta, es algo muy necesario. Portugal lo tiene claro desde hace tiempo.

«¿El Supremo? lo peor que puede ocurrir es que haya inseguridad jurídica»

Roberto Pereira preside el área de asesores laborales del Consejo General de Economistas de España, una institución que acaba de hacer público un informe sobre el sistema de pensiones en el Estado. Santiago es una de las ciudades más envejecidas, donde vive una mayor proporción de pensionistas.

-Se habla mucho sobre la sostenibilidad del modelo actual. ¿Cuál es su salud?

-Es importante aclarar que nuestro sistema es de reparto. Es decir, las pensiones se pagan con cargo a las cotizaciones. Los que hoy estamos trabajando somos los que pagamos las prestaciones de ahora. Así funciona. No es cierto que el sistema se vaya al tacho porque sea deficitario. Y por último, el sistema es garantista. La pensión se cobra en función de lo que se ha cotizado. Hay autónomos que protestan por sus bajas prestaciones, pero han cotizado por la base mínima. Por tanto, hay que huir de la demagogia. El modelo sí precisa ajustes.

-¿Es necesario establecer un impuesto?

-No hay una única solución. Hay que tomar medidas en el lado del gasto y en el lado de los ingresos. Un ejemplo: hoy se están pagando con cargo a las cotizaciones pensiones no contributivas. Y esto no es justo. Debería salir de una partida presupuestaria que tendría que ir con cargo a los impuestos ya existentes. Es decir, haciendo algunos ajustes, equilibrando el modelo, a lo mejor no es necesario establecer nuevos impuestos. Yo soy partidario de que se garantice el poder adquisitivo de las pensiones, que se actualicen con los precios, pero eso, tarde o temprano, debe convivir con el factor de sostenibilidad porque la esperanza de vida sigue aumentando. Esto es importante no olvidarlo.

-¿Qué opinión le merece la polémica sobre la fiscalidad de las hipotecas?

-¿El Supremo? Lo peor que puede ocurrir en un país es que haya inseguridad jurídica. Y lo más grave de esa sentencia, a mi juicio, es la retroactividad. Yo soy de la idea de que cuando se tiene que modificar algo siempre se haga hacia adelante. Si vas hacia atrás, la confianza se quiebra y el impacto económico es tremendo. No se pueden romper las reglas del juego. Yo no entro a valorar quién debe de pagar o no, lo que sí debe estar claro es el terreno que se pisa. No se puede derribar todo lo que se ha construido porque eso echa por tierra la credibilidad del sistema.