Hosteleros

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

16 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde al menos la Edad Media el gremio de hostelería no suele andar sobrado de buena fama. Ni aquí ni en ninguna parte. Y por supuesto que en él conviven especímenes poco recomendables con auténticos profesionales cuyo buen hacer día tras día imprime valor a la localidad donde se ganan los garbanzos.

En Santiago se ha avanzado. Y mucho. En 1994 -es decir, al año siguiente del primer Xacobeo sacado de la manga por el entonces conselleiro Vázquez Portomeñe- un nutrido grupo de hosteleros rechazaba en una reunión seria las protestas que habían dejado por escrito los usuarios. Sin atisbo de autocrítica, alguien llegó a decir que hasta se habían quejado de que una copa tenía carmín de labios, cuando -siendo cierto- se supone que había que tener en cuenta la avalancha de gente que se había llegado a la ciudad y, en resumen, que tampoco era para ponerse así.

Por aquellos mismos tiempos, haciendo balance del 93, otro nutrido grupo de hosteleros alzó su voz para decir que el Xacobeo estaba muy bien pero que no les había llenado mesas y habitaciones todo el año, como si la obligación de la Xunta fuera justamente esa.

Son meras anécdotas. La cosa no pasa de ahí, y ahora la hostelería local, conflictiva prácticamente desde que empezó el siglo, lleva un par de años largos de tranquilidad y buen hacer.

La realidad es que Santiago puede presumir de un muy alto nivel de servicios. Porque se recoge lo que se siembra: cuando los peregrinos de hace siglos sufrían la picaresca y el abuso en ventas y posadas, en Compostela autoridades y comerciantes llegaron a un acuerdo sobre los precios a cobrar a los que llegaban. Y el calendario marcaba el año del Señor de 1569. Xa choveu…