Finca de Espiño, remanso de paz desconocido al borde del casco monumental
SANTIAGO
Además de una gran riqueza botánica y zoológica, ofrece una visión distinta de la ciudad histórica
10 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Es posible que la escasísima afluencia de visitantes sea la razón por la que el parque de la finca de Espiño presenta un aspecto impecable. Pese a la proximidad al parque de Galeras, donde había varios grupos de visitantes aprovechando el buen tiempo para comer al aire libre su menú de bocadillo y fruta, en la finca de Espiño la soledad era prácticamente total.
Al parque se accede por la pista, sin salida, de la rúa da Fonte do Ouro. No hay un solo cartel en el parque de Galeras ni en la zona de Santa Isabel ni mucho menos en la rúa da Fonte do Ouro que avise de su existencia. Con esta falta de información se explica que la finca de Espiño no forme parte de las rutas que puedan hacer quienes nos visitan, e incluso que tampoco sea un lugar visitado por los compostelanos. A modo de prueba, preguntamos a tres personas en la parada del bus, junto al pabellón de Santa Isabel, por dónde se iba a la finca de Espiño. Fracaso total. Todos nos mandan a la finca de Vista Alegre, frente al polideportivo.
Durante la visita para este chequeo, solo dos personas estaban dentro del parque. No es que se pretenda una avalancha, pero uno de los visitantes comentó que va con frecuencia y que lo habitual es que pueda disfrutar en solitario de la impresionante finca. El parque do Espiño es una de las zonas verdes que se cierran por la noche; a las 23 horas en verano, y ahora ya a las 20 horas, pese a que el clima sigue siendo estival.
Los caminos ofrecen bastante buen estado y las barras de madera colocadas transversalmente para evitar fuertes corrimientos de tierra siguen en su sitio y mantienen las pendientes en condiciones aceptables. Las mesas y sillas colocadas bajo zonas protegidas por una abundante vegetación, y también en la zona más alta desde donde se divisan algunas de las estampas desconocidas de la ciudad monumental, se mantienen prácticamente igual que el día de su inauguración. Si algo sorprende es que los amigos del grafiti, y no es una invitación, han dejado pocas marcas. Algunas en las mesas y sillas, en el ruinoso palacete y una fuente.
La zona del lago, donde se recogen las aguas de lluvia y de la propia finca para su posterior uso para abastecer el sistema de riego de este recinto verde, está adecentada, pero con una importante capa de vegetación.
Los árboles, en los que destacan especialmente plantas florales, acivros y carballos, no acusan la falta de agua de los últimos meses.
Las ruinas del palacete siguen esperando su rehabilitación, y están totalmente rodeadas por una pequeña valla que no impide el acceso. De hecho, aquellos que tienen poco respeto por el patrimonio de todos, ya dejaron su indeseable huella.