Una eternidad

Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO

03 ago 2017 . Actualizado a las 19:17 h.

Ahora está de moda lo de incinerarse, que es algo rápido e higiénico. De hecho, el gran negocio de futuro de las empresas funerarias está en los servicios de cremación y en la habilitación de columbarios en los cementerios para guardar las cenizas. Y todo eso está muy bien, pero como pasa casi siempre con los avances que tienen que ver con la modernización de la sociedad, algo se pierde en el camino. Al menos algo sentimental, gótico, misterioso... Esa elegancia de cementerios como el de Boisaca en Santiago o las ruinas emblemática de Santa Mariña Dozo en Cambados...

Por eso se agradecen iniciativas como las del Concello de Ames, que ante la apertura de su nuevo cementerio, invita a los vecinos a visitarlo y a elegir sepultura. Que a fin de cuentas la ubicación y orientación de la parcela tiene su importancia, ya que se trata de la última y definitiva morada y la vida es un suspiro frente a la eternidad de la muerte. ¿Y si resulta que está usted deseando morirse para librarse de una vez de su vecino pelma y va él y compra su nicho al lado del suyo? ¿Y si el diseño estándar no le gusta y quiere tunear su tumba? ¿Y si sus huesos padecieron de por vida las consecuencias de una casa infestada de humedad y prefiere una lápida soleada mientras que su eterno marido lleva décadas soñando con descansar post mortem bajo la sombra de un ciprés? ¿No tendría derecho a una orden perpetua de alejamiento? ¿No deberían figurar sus últimas voluntades en el epitafio?

Y la Comala de Juan Rulfo, y el Tenorio de Zorrilla, y los poemas de Poe... Y quedarse para siempre en el realismo mágico del hermoso Val da Maía...