Dejar el coche, como el fumar, es para muchos conductores un trago amargo. Basta con ver la cara de infelicidad de consumados automovilistas a los que les fue retirado un carné por ser también consumados infractores, para cerciorarse de la angustia vital de no poder aferrarse a un volante. Precisamente ese es un buen momento para ir a tomar el café hasta la siguiente manzana a patas. Y, un día después, recorrer dos manzanas para ir a realizar una gestión. Y, unas semanas después, caminar hasta Vidán para incordiar a un amigo. Y, unos meses más tarde, disfrutar de una caminata hasta Laraño por el simple placer de pasear a lo largo de la senda diseñada por la Consellería de Infraestruturas. Es posible que el coche sea, tras la devolución del carné, reo de garaje, el perdedor de esta historia.
No es una invención del redactor, sino un ejemplo sacado de la vida real, salvo que el protagonista aún no ha podido recorrer la senda de Laraño porque está en proyecto. Desconozco el porcentaje de imitadores del andarín converso, y reconozco que la abstinencia de coche es difícil de vencer. Pero sí sé que el hábito de caminar, sin necesidad de ser abstemio del volante, está cada vez más extendido. Hay hambre de senda, porque hay hambre de salud, de paisaje y de huir de la polución interior y de la envolvente.
La iniciativa senderista de la Xunta, que se dispone a abrir casi una decena de vías de este tipo en el contorno capitalino, nace para cubrir las expectativas vitales de quienes desean sacarles más jugo a sus desplazamientos cotidianos. Infraestruturas no senderea nueve lugares por simple ventolera política, sino porque la ciudadanía lo pide. El trecho de Laraño a Vidán que hoy sale a concurso representa una magnífica oportunidad de acercarse a Compostela a pie o en bicicleta con espíritu joven para acudir, por ejemplo, a un aula, a una tienda o a un museo. Son dos kilómetros en los que uno puede disfrutar con la compañía arbórea y la sonoridad rítmica de los propios pasos. Y observar cómo al otro lado, sobre el asfalto, la vida circula motorizada, con el único objetivo de llegar cuanto antes y los cinco sentidos puestos en el vial. Al menos el conductor tiene la obligación de ponerlos, salvo que tenga interés en ver si cambió la anémica decoración de la sala de urgencias.
Es obvio que hay momentos y circunstancias que exigen una u otra manera de desplazarse, pero la cotidianeidad puede discurrir perfectamente por un sendero sacudiéndose las motas de senescencia. Y en breve habrá 170 kilómetros nuevos en Galicia para hacerlo, sobre dos pies o dos llantas, a elegir. Buena almohada ecológica la que consultó Ethel. ¿Realmente se le desgajó la rama medioambiental a la Consellería de Infraestruturas?