El militar, condenado en su día por participar en el golpe de Estado del 23-F, tenía 93 años y estaba ingresado en Madrid. Había vivido los últimos años en su pazo de Vedra
02 dic 2013 . Actualizado a las 12:01 h.El general Alfonso Armada, que fue condenado por su participación en el intento de golpe de Estado del 23-F, ha fallecido en Madrid a los 93 años tras pasar un tiempo hospitalizado en la capital.
Sentenciado a 30 años por su colaboración en el frustrado 23-F e indultado en diciembre de 1988 por motivos de salud y porque acataba la Constitución, desde su salida de prisión el general Armada había residido en el pazo de Santa Cruz de Ribadulla, en el ayuntamiento de Vedra, donde se dedicaba al cultivo de la camelia. Aunque todavía no han trascendido los detalles de su entierro, fuentes cercanas apuntan a que será el martes a las 12 horas. El cuerpo del exmilitar se encuentra en el tanatorio San Isidro de la capital.
Alfonso Armada fue expulsado del Ejército, pero cobraba la pensión máxima: 2.159,12 euros. Aunque algunos lo consideran el cerebro del 23-F, él siempre se declaró «una víctima inocente». Segundo jefe del Estado Mayor y hombre muy próximo al Rey durante su estancia en el staff de la Zarzuela, Armada pronto fue detenido y procesado tras los sucesos del 23-F.
En una entrevista exclusiva a La Voz, publicada en febrero del 2001, Alfonso Armada aseguró que cuando entró en el Congreso de los Diputados sólo llevaba en el bolsillo de la guerrera un papel con el teléfono directo del capitán general de Valencia, Jaime Milans. Una versión del golpe de Estado apuntaba a que Alfonso Armada se postulaba como presidente de un Gobierno de transición. Pero el general manifestó después que él no era tonto, y sabía que un presidente del Gobierno elegido bajo la coacción de las metralletas no tenía ningún valor legal. El consejo de guerra lo condenó a 30 años de prisión, igual que a Milans y a Tejero.
«No tuve nada que ver con el 23-F, ni con su organización, ni con nada», dijo el exgeneral Armada en el 2006, y apostilló: «Yo lo he dicho siempre, pero nadie me cree».