Encadenar secuencias de acción

miguel anxo fernández

SANTIAGO

18 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

fin de semana

«Misión Imposible 4. Protocolo fantasma»

ACCIÓN

EE.?UU., 2011. Director: Brad Bird. Intérpretes: Tom Cruise, Jeremy Renner, Simon Pegg. 132 minutos.

Cójase el James Bond de nuevo cuño, añádase al Jason Bourne de la pasada década, manténgase al personaje de Ethan Hunt, encárguese la menestra a un crac de Pixar que supo contar con tanta gracia Los increíbles y Ratatouille, y el resultado será Misión imposible 4. Protocolo fantasma, quizá la mejor de las cuatro de la franquicia con permiso de Brian de Palma, que la inició en 1996 con un pequeño clásico del género (aunque en su estreno la pusieron verde). John Woo insultó a la inteligencia con la segunda entrega y J.?J. Abrams la impulsó con la tercera, sin dar el nivel de la actual, un buen producto de acción que da lo esperado de ella pese a su carencia de alma y de un desenlace de baja intensidad por previsible.

Realmente este tipo de productos requieren de la complicidad del público desde la aparición de los títulos de crédito. Ya sabemos que no disfrutaremos de la octava maravilla, también que reivindicará lo inverosímil como parte del espectáculo cinematográfico y que nos pedirá no hacernos preguntas en torno a la trama y la resolución de los diferentes problemas que vayan surgiendo. Es más, Brad Bird plantea la secuencia inicial casi como si se tratara de una animación de montaje sincopado (aunque más tarde esa misma secuencia la veremos con mejor detalle). Tampoco importa, desde que en los sesenta apareció el primer Bond de Sean Connery, ya tenemos asumidas las convenciones de este tipo de personajes, sus gadgets, sus plenas facultades físicas, sus reflejos y su piel de cuproníquel.

Ya le pueden dar golpes y más golpes, partirle los huesos, mazarlo de manera miserable, que no solo se levantará tan pancho, sino que al día siguiente habrá desaparecido cualquier magulladura. Casi otro tanto sucede con los villanos: no solo son fulanos retorcidos dueños de una inteligencia superior, sino que sus planes criminales lo son a lo grande... Ahora, el superagente Ethan Hunt se pasará a la clandestinidad con su equipo, acusados de intentar volar el Kremlin. Seguro que lo solucionará, pero, claro, ver a Cruise deslizarse y columpiarse por el edificio más alto de Dubái es un sano cachondeo. Lástima que Bird no haya introducido unas pizcas de pasión.