Una utopía que empezó hace 27 años en las calles

La Voz

SANTIAGO

02 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Todo empezó en Baie-Saint Paul, un pequeño pueblo cerca de Quebec, Canadá. Allí, a principios de la década de los ochenta, un grupo de veinte artistas callejeros que se hacían llamar Les Echassiers de Baie-Saint Paul (los caminantes en zancos de la bahía de San Pablo) llenaban de color y arte las calles de la ciudad, con sus zancos, malabares, baile, música y actos de tragafuegos. Uno de ellos era Guy Laliberté, creador del Circo del Sol, un joven de espíritu inquieto que tocaba el acordeón y aprendió las artes circenses en París.

El grupo fundó entonces Le Club des Talons Hauts (el club de los tacones altos) y en 1982 organizaron por primera vez La Fete Foraine de Baie-Saint Paul, un evento cultural para intercambiar experiencias con otros artistas callejeros y animar las calles de la ciudad.

Ya en este punto, Laliberté y otros compañeros empezaron a ilusionarse con la idea de llevar sus actuaciones a otras partes, fuera de aquellas fronteras. Aprovecharon entonces que en 1984 Quebec celebraba el 450.º aniversario del descubrimiento de Canadá, y se necesitaba un espectáculo itinerante relativo a la festividad que viajara por la provincia, para presentar una propuesta. Guy Laliberté bautizó el espectáculo, que al final convenció a los organizadores, como Circo del Sol. El sueño imposible de un circo sin carpa y sin animales apenas acababa de comenzar.