De tópicos por Santiago

La Voz

SANTIAGO

Con tacón de aguja Es el mes de los convencionalismos. Ni cestas de Navidad, ni trajes cutres de Papá Noel ni luces de colores. Lo mejor de esta época son las cenas de empresa

17 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

LOS urbanitas, los del primer mundo, los desarrollados, nos reímos (nos asombramos, e incluso nos escandalizamos) de costumbres, ritos y tradiciones de otras culturas. ¡Qué ilusos! Somos los primeros en caer en todos los convencionalismos sin sentido. Es curioso pasear por Santiago durante estos días. En algún establecimiento -en Pórtico de Área Central, por ejemplo- un marcianito que aterrice en la ciudad se creerá que allí venden árboles adornados, a la vista de su escaparate. Los árboles de todos los materiales y colores inundan las calles aunque la mayoría no sepamos cuál es el significado de colocar bolas y guirnaldas. En la praza de Abastos han sido originales con sus arbolitos verdes y morados. Las luces dibujando estrellas, ángeles y renos compiten entre ellas dejando claro que la estrella de navidad no conduce a Belén, sino a El Corte Inglés . Está la tradición de las cestas, más curiosa si cabe. ¡La gente se regala comida! ¿Qué pensaríamos si en pleno mes de agosto nos diesen una caja con refrescos, fruta, conservas... En una radio catalana han sustituido la tradicional caja-cesta de Navidad por un vale en un supermercado, al fin y al cabo, es más práctico. Luego está la lotería. No importa que en todo el año no se compre un décimo. En Navidad hay que hacerlo. ¡Sólo faltaba que le tocase al vecino! Y luego está la elección del número, que si el nacimiento de la princesa Leonor, que si la fecha de la catástrofe del Prestige , que si el día que nos enamoramos... Claro que de todos los convencionalismos siempre hay alguno que no cambiaríamos por nada: en este caso, las cenas de empresa. Pero no las originales, sino las más tópicas, las de autobús, de amigo invisible y karaoke a lo Bridget Jones. Ésas en las que al día siguiente reina un silencio cómplice y resacoso. En las que descubres que tu compañero desde hace tres años resulta que es simpático. En las que rezas para que la verdad de aquella noche nunca salga a la luz...