Los hosteleros de O Franco y A Raíña descartan recuperar la peculiar celebración El «rally» París-Dakar en Santiago es ya un mito, algo que todo el mundo conoce, algunos recuerdan y en el que sólo unos pocos participaron. Sin embargo hace ya nueve años que desapareció, y sólo se celebró en tres ocasiones. Pero con todo, aún perdura. Parece que los hosteleros no están por la labor de retomar la iniciativa y aún menos los nuevos dueños del París y del Dakar. Para los propietarios, la iniciativa debe surgir de un grupo de jóvenes, como ocurrió entonces.
01 sep 2001 . Actualizado a las 07:00 h.La base de la competición eran las cafeterías París y Dakar y se desarrollaba en la mayor parte de los bares que servían cuncas de ribeiro, objeto de la competición, en O Franco y la rúa Raíña. Locales como el Suso, el Gato Negro, el Negreira o el Nova Galicia se llenaban el jueves anterior a la semana de carnavales, día elegido para la disputa del polémico y recordado rally. Al parecer, la idea surgió de un grupo de estudiantes de la comarca do Morrazo «moi parrendeiros», según recuerda el propietario del Bar Negreira, más conocido como «Bar Patata». Los jóvenes formaron legalmente la asociación Amigos da Carallada Enxebre. Cuando este grupo acabó sus respectivas carreras, nadie continuó con el París-Dakar. Además, muchos bares de la zona cambiaron de dueño. Nueve años después, parece que los hosteleros de O Franco y de A Raíña no están muy dispuestos a recuperar la celebración y tampoco los nuevos dueños del París y del Dakar. Asimismo, desde varios sectores, como asociaciones de ex-alcohólicos, no se vería con buenos ojos la reedición de la competición, a la que ya criticaron con dureza en su día. La competición transcurría a lo largo de 37 bares y en ella participaban equipos de ocho personas, en los que al menos tenía que haber una mujer. En la primera edición, por ejemplo, compitieron veinte equipos de ocho personas. Obtenían el premio todos los conjuntos que llegaban al Dakar con los cuños de todos los bares en su hoja de participación y sin haber vomitado. Por supuesto no había que beber 37 cuncas, sino quince por persona, repartiéndose los locales entre todo el equipo. En algunos bares había pruebas «típicas de pandilla», como contar un chiste o cantar.