Yang

Carmen Rodríguez

AL SOL

27 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo el corazón roto en mil pedazos, y las lágrimas caen a borbotones haciendo surcos en mis mejillas. Hoy he tenido que despedirme de mi pequeñín, después de 14 años juntos. Lo he visto nacer.Era una bolita de pelo blanca como un copito de nieve. Lo he visto enfermar, porque cogió una infección de su mamá, y he tenido que darle biberones para que saliera adelante y cogiera peso. Y vaya si salió.

Tomaba su biberón y el de su hermana sheba, y empezó a crecer y a convertirse en un gatazo enorme con sus orejotas marrones y sus ojazos azules como el cielo. Comía su comida, y si le dabas a su hermana una chuche, él también quería, y te daba con la patita para repetir. Y así pasaron 14 años hasta que, hace unos meses, empezó a adelgazar y lo llevamos al veterinario. Eran problemas de hígado. Le puso tratamiento, tomaba sus pastilla y su comidita especial, pero no funcionaba. Seguía adelgazando y ya no quería comer. Había que darle de comer como cuando era bebé.

En la última visita, el veterinario dijo que ya no había mas que hacer, que estaba sufriendo, y quiso dormirlo en seguida. Pero isa le dijo que no, que tenía que despedirse de su familia, y que lo llevaría al día siguiente por la tarde para que así pudiera estar la noche y la mañana siguiente con nosotros.

Estuve con él por la mañana y, antes de irme a trabajar, lo cogí en brazos y le hable en la orejita. Le dije que quería que no sufriera más, y que no tuviera dolor. Que iba a descansar y a jugar en el cielo de los gatitos. Él parecía que me entendía, porque en sus ojitos aparecieron unas lágrimas. Le saqué sus ultimas fotos y le di un besito de despedida. Isa lo llevo al veterinario y lo durmieron.

Por fin dejó de sufrir. Isa me dijo que si quería enterrarlo en una cajita en la huerta, pero yo le dije que no, que quería incinerarlo. Pasada una semana, me trajo sus cenizas en una urna y una cajita de madera con la huella de su patita.

Se le echa mucho en falta, sabiendo que ya no está. Que ya no lo vamos a ver más después de tantos años juntos, que ya no lo vamos a ver más correr por la huerta de su mamá. Su hermana también se da cuenta, y lo echa de menos. Adiós, Yang. Mi pequeñín.

Carmen Rodríguez. Dependienta. 50 años. Santiago.