La roca de los cormoranes

Esteban Perelló Renedo

AL SOL

15 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La niña Isabel corría contenta con su helado de chocolate por la explanada cercana al mar. Ella, con sus padres, vivía muy lejos de allí, en la otra punta del país, y solo venían tres o cuatro veces al año a ver a los abuelos. Esta ocasión había coincidido con su quinto cumpleaños y lo acababan de celebrar. A esas horas de la tarde el día invitaba a pasear. Aun a pesar de ser febrero, el tiempo en Galicia acompañaba.

-Abuelo, abuelo. ¿Qué pájaros son esos tan negros?

-Son cormoranes, Isabel.

-Fíjate, fíjate -señaló su abuela-. ¡Mira cómo se ha metido debajo del agua! ¡Ya verás lo que tarda y cómo sale por otro lado!

Al poco, a unas decenas de metros del lugar inicial, el vanidoso cormorán emergió llevando en su pico un pez brillante que tragó inmisericorde mientras alzaba el vuelo, yendo a posarse en un peñasco cercano.

-¡Cómo mola! -la sorprendida niña no salía de su asombro.

-Mira, cariño. ¿Ves la roca en donde está ahora? Pues allí es donde viven. Y fíjate cómo extiende las alas para que se le sequen con el viento.

Ahora Isabel camina de la mano de su abuelo por la explanada. La niña lo ve diferente, sabe que estuvo muy enfermo y que todo ha cambiado. Además, con esa mascarilla tan seria y fea que llevan todos, hasta le nota sus ojos verdes más grises. Una pena que su querida abuelita esté ahora en el cielo. Mucho lloró cuando sus papás le dijeron que un bicho malo se la había llevado. Pero ahora está en el cielo, riendo como siempre lo hizo.

-Mira, cariño. La roca de los cormoranes.

La niña la observa. Hasta ella misma ha perdido parte de su inocencia y alegría. El abuelo se fija bien. Las aves secando sus alas, el mar, las rocas. Todo aquello está igual que cuando paseaban seis meses atrás. De sus ojos, ya casi secos, brota una sola lágrima que resbala despacio por la mejilla. Alza la vista y suspira.

«Espérame en el cielo que pronto iré».

-Cariño -fuerza una sonrisa detrás de su mascarilla-. Vamos a comprar un helado, y de chocolate. Ya verás qué rico está.

-Sí, abuelo. Un helado de chocolate -lo mira riendo y le da un beso en la mano.

Esteban Perelló Renedo. Funcionario. 57 años. A Coruña.