El edil «tremendo» que hasta trepa a los árboles

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

VILABOA

RAMON LEIRO

En lo que hace, se deja la piel. Le toca lidiar con la avispa velutina... él mismo se pone el traje y fumiga nidos

22 nov 2016 . Actualizado a las 05:35 h.

Da igual de qué partido sea el concejal de Vilaboa Francisco, Kiko, Costa. De hecho, salvo para señalar que el suyo, tanto en el ámbito nacional y gallego, está dando un espectáculo «penoso», no cita sus siglas ni las de nadie, a lo largo de toda la conversación -en realidad sí lo hace en una ocasión, para decir que «en todos los partidos hay gente que lo hace bien y otra que lo hace mal»-. Charlamos en un bar de Pontevedra, después de que salga de una reunión en la Diputación programada para su día libre en el trabajo. Y en esa cita alrededor de dos cafés, hay que reconocérselo, logra algo meritorio. Conforme él va hablando, mientras se le va iluminando el rostro contando sus proyectos, es como si se fuese apagando el ruido de los Bárcenas, los ERE, el y tú más, las tarjetas Black... Uno, a tenor de la charla, acaba convencido de que queda romanticismo en eso de hacer política.

La vida de Kiko, como él mismo reconoce, podría resumirse en una sola frase. Él es de tomarse las cosas «a la tremenda». Así fue siempre. Es natural de Meira, en Moaña. Hijo de un marinero y de una madre trabajadora hasta la saciedad que, cada noche, tenía que sacar vozarrón y gritar varias veces «a cenar» hasta que él, que fue niño de hacer cabañas en el monte y de jugar en la carretera, al fin se daba por aludido. Dice que creció siendo uno de los «jefecillos» de la pandilla. También fue niño de trainera, remero de la embarcación de su tierra. «Lo tuve que dejar hace poco después de 25 años por falta de tiempo, pero el remo me encanta», señala. En los estudios, empezó por un ciclo superior de electricidad. Le gustó. Trabajó un tiempo en chollos relacionados con este mundo. También probó a ir al mar. O la fontanería. Pero le deslumbraba el mundo audiovisual. Así que con el dinero que juntó durante varios años hizo el ciclo de producción en la Escuela de Imagen y Sonido de Vigo. Y se dedicó en cuerpo y alma a intentar hacerse un hueco en el trabajo que le gustaba, en una televisión. Dice que tuvo alguna que otra oferta pero él, de ideas fijas, siguió erre que erre hasta que, hace once años, logró el puesto en la tele que aún ocupa.

Primero, antenista colectivo

A la par, empezó su idilio con los cargos raros. Sí, sí. Antes de asentarse con la que ahora es su mujer en Vilaboa -no se puede continuar la entrevista sin precisar que, al hablar de ella, relaja la mirada y hasta se pone colorado contando cómo la conoció bailando en Canelas- ya tuvo un nombramiento un tanto peculiar. Fue responsable de una antena colectiva. ¿De qué? Pues de una antena común que habían puesto los vecinos ante las deficiencias con el TDT. El caso es que, como no controlaba lo suficiente del asunto, y se tomó a pecho el nombramiento, lo quiso saber todo de antenas para gestionar bien el asunto. Lo mismo le pasó, unos años después, ya viviendo en Vilaboa, cuando entró en la directiva de una traída de aguas. Fue a charlas, escuchó a técnicos, buscó información aquí y allá, se dedicó a patear el monte hasta decir basta buscando tuberías, se metió en la ejecutiva de un colectivo de traídas de aguas gallego... Y hasta se presentó a una asamblea vecinal con un proyector y un

power point

bien elaborado bajo el brazo, dejando al personal un tanto boquiabierto.

Señala que llegó a la política porque se lo pidió gente «boa». Fue en el 2015 cuando se convirtió en edil del Concello de Vilaboa, encargado de Medio Ambiente y Deportes. Desde entonces, en ese afán suyo por llevarlo todo al extremo, no deja de sorprender. Resulta que le tocó y le toca luchar contra la plaga de la velutina. Pues gestionó unos trajes para el Concello y, consciente de que personal no es que sobre sino que casi falta, cada vez que hay que retirar nidos se viste uno y se sube a los árboles a fumigar. Uno se ríe cuando habla de que se pone a trepar por las ramas. Pero él le quita importancia. «Hasta hace dos días era deportista, estoy bastante ágil», indica.

Llegado a ese punto, la voz de Kiko se entusiasma. Empieza a narrar proyectos. Habla de un punto verde habilitado para depositar ramas de poda y hacer compost. Compost, compost, compost... Habla mucho de compostaje y de su ilusión por cambiar la gestión de residuos. Se ríe al recordar el día que se puso a pintar señales en una senda de Costas. Cuenta que tuvo que decirles a los equipos de fútbol de Vilaboa que es inasumible para el Concello el gasto de electricidad tres campos de fútbol. Y reflexiona: «Es que no es normal que tengamos tres campos de hierba sintética con los habitantes que tenemos... Me da igual quien se enfade, pero no es normal... Les fui a decir que tienen que colaborar los clubes. Sé que eso te puede hacer perder votos. Pero es que me dan igual los votos. Tenemos que gestionar bien las cosas», señala.

Los 120 euros al mes

Uno, viéndole feliz hablando de sus proyectos, no se imagina sus días grises como concejal. Pero alguno hubo. Lo explica bien. «Mi mujer es parada de larga duración. Y justo ahora que yo soy concejal -señala que cobra del erario público unos 120 euros al mes más las asistencias a plenos o demás reuniones- la llamaron del Concello para trabajar en la limpieza. Le pedí que no fuera. E imagínate la historia. Encima de que estoy desaparecido en casa, que está ella con los niños porque yo le dedico al Concello todo lo que puedo, le digo que no puede trabajar». La volvieron a llamar. Y acabó yendo. «Pero te sientes raro», dice. Antes de despedirse, recoge de la mesa un dosier sobre compost que tiene todo subrayado «Me lo tengo que estudiar bien, lo del compostaje es fundamental», dice y sonríe con tanta ilusión que uno cree que esa cara no debe de ser muy distinta a la de aquel chiquillo de Meira al que su madre llamaba voces para que fuese a cenar.

Entró en la política en el 2015. A pie de despacho puede que haga o no cosas. A pie de obra está claro que sí. Incluso se puso a pintar unas señales

Se toma a pecho todas las causas en las que se involucra. Ahora intenta saberlo todo sobre compostaje y sobre la avispa asiática. Allí donde hay una charla sobre estos asuntos, allí va él