Castañas para todos en el monte

m. gago, m. otero PONTEVEDRA / LA VOZ

VILABOA

RAMÓN LEIRO

Vilaboa es la única comunidad que se plantea un uso comercial de la fruta, cuya recolección es libre en los terrenos públicos de toda la comarca

30 sep 2015 . Actualizado a las 09:29 h.

La llegada del otoño se nota en el monte, más allá del lienzo natural de hojas caducas, por un tapiz de cáscaras de castañas, que cubren el suelo allí donde crecen los castiñeiros. Uno se los puede encontrar en casi cualquier monte, paseando campo a través o circulando en bici por la carretera. Apela a los sentidos y al paladar, cual codiciado árbol del Edén, pero no se preocupen, en este caso el fruto no está prohibido por ninguna ley divina ni humana.

La recogida de castañas es libre e ilimitada en los montes públicos de la comarca -absténganse de probar en fincas privadas-. Solo una comunidad del entorno de Pontevedra, Vilaboa, ha previsto un uso comercial de la castaña. El proyecto aún depende de que los árboles maduren lo suficiente y por ahora, el souto de Castiñeiras está abierto al público. Otras comunidades no se lo han planteado, o porque apenas tienen o porque el fuego, caso de Ponte Caldelas, consumió casi todas las hectáreas de las que disponían.

En la cumbre de los montes de O Morrazo hay un topónimo que lo dice todo, Castiñeiras. En ese espacio natural es fácil encontrar este árbol. Allí está la mayor concentración de castaños de los comuneros de Vilaboa. Su presidente, José Luis López, explicó que hace un tiempo encargaron un estudio sobre la explotación comercial de este bosque.

El resultado del informe fue que podía ser viable, pero los árboles aún no han llegado a un grado de madurez suficiente. Hay que esperar a que crezcan más y produzcan más aún. Mientras tanto, el bosque está abierto a todos. «Permitimos que a xente colla as castañas, sempre preferimos que o fagan antes os comuneiros», pero admite que eso es difícil de regular. Aspiran a compatibilizar la explotación de castañas con la de setas. Varias hectáreas están microrrizadas, es decir, con esporas de las setas en las raíces, para que puedan desarrollarse en el futuro y doblar los beneficios del monte.

En las comunidades próximas, como San Tomé de Piñeiro o San Xulián de Marín, también se da este árbol. De hecho, en algunos viales de O Morrazo, los coches pasan por encima de las cáscaras caídas que se acumulan en la calzada. Sus comuneros dan libertad a los vecinos para recolectarlas y se dejan caer por allí residentes de Marín, Moaña o Bueu. Su uso varía, según su tamaño. Hay quien las destina a comida de los animales y hay quien se da un festín hirviéndolas con anís.

En Combarro, los comuneros tienen la meta de que crezcan a ambos lados de las pistas forestales. Su combustión es más lenta que el eucalipto o el pino, por lo que sirven como cortafuegos naturales. Los poienses no ven un uso comercial a sus castañas, por razones burocráticas. Por su parte, en Barro, el alcalde afirma que a sus vecinos les sienta mal que haya gente de fuera que se lleve sacos y sacos de sus bosques, pero no hay una norma que lo regule.

Eso sí, quien quiera comerlas y no esté dispuesto a pasar el tiempo doblando la espalda en el monte, siempre puede ir a un supermercado o a los tradicionales carros en las plazas de Pontevedra.