El despliegue de medios de extinción y la vigilancia de las patrullas de la Brilat ayudan a contener el riesgo, junto con la inestimable alianza de la meteorología
18 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Habiendo superado ya la primera quincena de agosto, después de semanas que han entremezclado fechas de muchísimo calor con algunas jornadas de nubes y orballos, podemos considerar que este verano del 2024 está resultando más tranquilo en materia de incendios forestales. A pesar de que los incendiarios ya están asomando las patitas, como indican los sucesivos conatos que hemos tenido en varios ayuntamientos limítrofes. De modo que nada de triunfalismos. De hecho, la Xunta de Galicia reitera que seguimos en la etapa de alto riesgo (al menos hasta el 30 de septiembre) siendo la provincia de Ourense y el área de las Rías Baixas, los dos principales focos de preocupación y, por tanto, de vigilancia.
Pero que este año ha habido, hasta ahora, mucho menos «lumes» en nuestros montes en comparación con el 2023 y sobre todo con el 2022, es una convicción generalizada que las estadísticas corroboran. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, actualizados hasta el 12 de agosto, la superficie arbolada afectada por incendios forestales ha descendido. Un 52 % menos que en el mismo período del año pasado. Siendo Galicia una de las comunidades autónomas donde semejante reducción de fuegos resulta más evidente como ya ocurrió el año pasado.
De modo particular, esta rebaja ha sido más especial en Pontevedra. Durante todo el mes de julio, no se ha registrado ni un solo incendio forestal en nuestra provincia, según los datos recabados de la Consellería de Medio Rural. De hecho, el incendio forestal de mayor envergadura registrado en la provincia en lo que va de año, data de abril y aconteció en montes del concello de Crecente. Un fuego intencionado, con varios focos, que calcinó 170 hectáreas.
Plus de vigilancia
Es obvio que la meteorología reinante hasta la primera quincena de julio inclusive ha ayudado muchísimo, con escasos períodos anticiclónicos y con poco viento (el temible «nordés»). Ya sabemos que el mejor bombero de los montes de Galicia es la lluvia. Pero no podemos atribuir solo a las recurrentes borrascas el mérito exclusivo de la disminución de la cantidad y del daño de los incendios forestales.
Precisamente en estos últimos días hemos tenido noticia del despliegue de efectivos y medios que se realiza en toda la comunidad autónoma, de modo particular en nuestra provincia, en consonancia con la mayor concentración de riesgo que se da en determinados concellos pontevedreses. Poio y Caldas de Reis están en esa lista negra. Son núcleos definidos en el Pladiga 2024 (Plan de Lucha contra el Fuego de Galicia) como territorios de alta actividad incendiaria al haber registrado una media de siete incendios o más en el último lustro. O bien dos o más fuegos que hayan calcinado más de 200 hectáreas en la última década.
El despliegue de patrullas del Ejército, denominado «Operación Centinela», mayoritariamente participado por oficiales y soldados de la Brilat de Pontevedra —de hecho, quien está al mando es el mismo general jefe de la Brigada—, se ha intensificado en esta semana. La coincidencia del punto álgido del operativo con los primeros incendios en municipios del entorno como Soutomaior, Vilaboa, Barro, Caldas de Reis, Campo Lameiro y Cuntis, que fueron detectados suficientemente a tiempo para que los medios aéreos y terrestres minorasen su impacto, acredita la valía del operativo de vigilancia.
De hecho, la Xunta de Galicia no cataloga esos conatos como «incendios forestales» si no superan las 20 hectáreas de superficie afectada, lo que se evitó en todos los casos citados gracias a la pronta respuesta de los equipos de extinción.
En la lucha contra los incendios forestales, los avances tecnológicos tienen una importancia sumaria. Así es que en el despliegue de la «Operación Centinela» la incorporación de drones que ya se inició en el 2023 y se ha mejorado y ampliado para este verano, supone un refuerzo de primer orden para el avistamiento de conatos y, por tanto, para avisar a los equipos de extinción, posibilitando una pronta y eficaz respuesta.
La capacidad de sobreponerse a la acción terrorista de los incendiarios precisa de múltiples medios y mucha imaginación. Es por ello que las patrullas a caballo están resultando, también, de una gran efectividad. Las llevan a cabo agentes del Cuerpo Nacional de Policía que se despliegan por zonas de difícil acceso, en las que realizan una doble tarea de vigilancia preventiva contra quienes prenden el monte, al tiempo que preservan la seguridad de cuantos y cuantas caminan realizando el Camino por cualquiera de las diferentes rutas.
Otra importante novedad tecnológica consiste en que los vehículos motobombas que manejan las cuadrillas de extinción, ahora incorporan tecnologías con mapas e información en directo sobre la evolución del fuego que se está apagando. Todo ello se atiende a través de teléfonos móviles y tabletas instaladas en los propios vehículos, lo que permite a los agentes forestales disponer de cartografía para el cálculo de rutas por las que atacar los frentes del incendio, determinar los puntos de captación de agua e, incluso, determinar las condiciones meteorológicas mediante el acceso a las predicciones para próximas horas. Todos los medios son necesarios porque los que queman el monte siguen al acecho.