Comerciantes de la calle San Román de Pontevedra: «Nos mató la pandemia y ahora el botellón»
PONTEVEDRA
En los cien metros de este tramo de la zona monumental conviven negocios antiguos y nuevos que sufren los desmadres de la Verdura
19 jun 2021 . Actualizado a las 13:58 h.La calle San Román son apenas cien metros que unen la plaza de A Ferrería con la Verdura. Es estrecha y está en el corazón de la ciudad. En ella se esconde la esencia de la ciudad vieja y han aprendido a cohabitar negocios tradicionales con otros más nuevos que se enamoraron de estos cien metros de empedrado. En los últimos años algunos han cerrado y en su lugar han renacido espacios vanguardistas y alternativos que convirtieron San Román en una especie de soho pontevedrés. Los últimos en incorporarse han sido las chicas de O Berce, una tienda de alimentación sin gluten, y en las próximas semanas estarán todos los bajos ocupados con la llegada de Crazy Barber. Negocios históricos como Clasa Moda, Cerería San Román, Comercial Limeres o Librería El Pueblo comparten la calle con tiendas de moda como Nahuatl, de artesanía como Las Tareixas o Amo Galicia, que vende recuerdos para turistas bajo el sello de la sostenibilidad y hechos por artesanos locales. Todos conviven y se retroalimentan en una calle con opciones más atrevidas como Lady Rebel, Capsula Studio o Trinidad Tatoo.
Hay cabida para todos, menos para algo que algunos de ellos empiezan a percibir y que los mantiene alerta: el botellón de la plaza de la Verdura. «La pandemia nos mató y ahora el botellón lo empeora. Los turistas empiezan a bajar la calle y al ver tanta chavalada bebiendo, dan la vuelta», comenta Teresa Rodríguez, de Las Tareixas. Ella se lleva la peor parte porque su local está casi al final de la calle. Denuncia que desde que se aliviaron las restricciones, la plaza se ha convertido en una especie de botellódromo en el que los chavales consumen alcohol en las escalaras de la Casa da Luz y del Rúas. «La gente que antes iba a tomar las vinos y que bajaba por esta calle, ya no lo hace, ahora son chavales menores que están con las bolsas del supermercado», apunta Teresa Rodríguez, que asegura que no es la primera vez que le vomitan en el portal.
Un poco más arriba está Marly Carballal, de Nahuatl, que suscribe todas las palabras de su compañera de calle. «Antes la Verdura era un lugar de reunión, de tomar unos vinos donde había muchas familias con niños pequeños, pero ahora la media de edad ha bajado y hay menores bebiendo», lamenta la responsable de esta tienda de moda, que reconoce que desde su puerta ve cómo mucha gente que empieza a bajar por la calle da la vuelta cuando ve el alboroto de la plaza. Este cambio de hábitos que ha dejado la pandemia afecta especialmente a quienes abren los sábados por la tarde. «Monté aquí mi negocio porque la zona monumental es la que da color a la ciudad, pero ahora ves cosas que te entristecen», comenta Carballal.
Negocios perjudicados
Otros comerciantes reconocen que no son tan conscientes del perjuicio que esto puede generar. Federico Limeres, que dirige Comercial Limeres desde que sus padres se jubilaron, es uno de ellos. Él cierra la tarde de los sábados para disfrutar de tiempo con sus tres hijos y no se había percatado hasta este viernes de lo que ocurría. «El ruido habitual es el de las terrazas, pero esta mañana cuando venía con mi mujer había unos grupos de chavales montando lio con cánticos y bebiendo en la calle», comenta Limeres, que además advierte de que «con la ordenanza en la mano solo se puede consumir en la terraza».
Desde Pintxo e Viño también lamentan haber vivido episodios en los que el botellón molestaba a los clientes que estaban en su terraza. Afortunadamente, los comerciantes de San Román creen que la explosión de botellones que dejó el alivio de las restricciones se está reduciendo, pero temen que se cronifique. Se han quejado una y otra vez a la Policía Local y al Concello de una situación que «está perjudicando a nuestros negocios».
Montse Rodríguez y María Borrego son nuevas en la calle. Llevan tres semanas al frente de O Berce, una tienda especializada en productos sin gluten. Escogieron esta ubicación por estar en una calle peatonal de la zona vieja y reconocen que San Román «tiene un rollete muy chulo». Ellas no sufren la algarabía de la Verdura porque tienen clientes habituales y el sábado por la tarde tampoco están. «Tenemos clientes que nos dicen que antiguamente había muchas tiendas de alimentación y les gusta ver que eso vuelve», confiesa Rodríguez, que sabe que acertó escogiendo esta ubicación. También es de la misma opinión Guillermina Sogo, una argentina de La Pampa, tan enamorada de Galicia, que montó Amo Galicia. «Hace dos años que abrí frente a la Casa da Luz para vender recuerdos a turistas que conjuguen el talento gallego con que sea sostenible», comenta Sogo.
Los comerciantes de San Román se unieron ayer para defender que sus cien metros de trabajo sigan manteniendo la esencia que los ha hecho triunfar.