Ganar perdiendo y perder ganando

PONTEVEDRA

emilio moldes

El próximo 26 de mayo también se librará la batalla por la Diputación de Pontevedra en una pugna de bloques capitaneados por PP y PSOE

20 ene 2019 . Actualizado a las 08:00 h.

Quizá por que se trata de una elección indirecta y para una institución pública poco conocida, la batalla por la Diputación Provincial siempre es eclipsada por el fulgor de los comicios locales. En municipales votamos y resolvemos de modo inmediato -salvo pactos- quienes gobernarán los ayuntamientos. En cambio la formación de las diputaciones es una elección indirecta compleja. La mayoría de la gente desconoce que son los concejales electos de cada formación los que eligen entre sí a los 27 corporativos que acceden a la Diputación pontevedresa en los respectivos partidos judiciales de la provincia. Por ese proceso tan enrevesado, contrario al principio de sufragio directo, y por la propia naturaleza de las diputaciones, siempre ha existido en la opinión pública una percepción difusa sobre el papel de este organismo. Predomina la sensación de que son instituciones anticuadas, caciquiles y probablemente prescindibles, aunque se trata de un debate aparcado por que quienes pedían con más fuerza su abolición, ahora se sientan en los despachos y en los coches oficiales.

Un nuevo escenario

Desde el 2015 hay un cambio de escenario en nuestra provincia que despertó cierto interés informativo por una institución que deberíamos seguir más a menudo aunque solo fuera por el pastón que mueve. Para el 2019 manejará un presupuesto muy potente: nada menos que 158 millones de euros. Como decía hace cuatro años ocurrió un vuelco: la llegada del PSOE y BNG que reunieron los escaños necesarios para pactar una coalición con 14 diputados (10+4) y desalojar a Rafa Louzán, ya que el PP fue el partido más votado pero se quedó en 12. De repente, se puso fin a 36 años de gobiernos consecutivos de UCD, AP y PP al frente de una institución que tiene entre sus anteriores presidentes a Mariano Rajoy o a Pepe Cuíña. Algo parecido a lo que acaba de ocurrir en Andalucía, pero a la inversa. Ganar perdiendo y perder ganando.

Ahora, después de cuatro años de mandato de ese gobierno de coalición pilotado por Carmela Silva, primera mujer que preside ese organismo en el que socialistas y nacionalistas se han repartido poderes y presupuestos, con el PP reinventándose desde la oposición, el 26M nos propone un escenario tan atractivo como misterioso.

¿Serán capaces PSOE y BNG de repetir? ¿Tendrá fuelle el PP para rehacerse en las demarcaciones donde perdió votos? Y, ¿qué papel jugarán los otros aspirantes: Ciudadanos, Mareas y, sobre todo, Vox?

Solo una candidata

Con Abel Caballero no hay necesidad de primarias. Literalmente se las fuma. El alcalde de Vigo proclamó a Carmela Silva como candidata a reelección como presidenta de la Diputación pontevedresa saltándose a la dirección del partido. Lo hizo esta semana en un acto del Círculo de Empresarios y delante de David Regades, ciertamente concejal suyo en Vigo pero también secretario general provincial del PSOE… En fin, al margen de los modales del alcalde vigués, sí parece coherente que Silva vuelva a ser la aspirante socialista. A menos de cuatro meses para la cita electoral, la suya es la única candidatura oficial entre los partidos principales.

El BNG seguirá sin designar un candidato a presidir una institución en la que ideológicamente no creen, pero de la que hace 27 años que no se destetan. En concreto César Mosquera, hoy por hoy, el político más veterano de cuantos forman la corporación provincial. De sus 64 años de vida, lleva más de la mitad en la profesión política y de ellos 27 como concejal de Pontevedra y diputado provincial. Y desde el 2015, como vicepresidente de un organismo en el que afirma no creer pero «mentres perviva teremos que estar». En la izquierda, la estrategia está muy clara: repetir coalición.

Cautelas del PP

Por su parte, el PP evita esta vez designar un presidenciable. Una estrategia nueva que demuestra cautelas. Aunque recuperar el control de esta institución sea «una cuestión de honor» que Alberto Núñez Feijoo ha encargado a Alfonso Rueda. Parece claro que el candidato o candidata del PP a presidir la Diputación saldría de un descarte a decidir después del 26M y siempre en función de los resultados electorales y las posibilidades de hacerse con el gobierno de la institución. El centro derecha deberá sumar 14 escaños en la próxima corporación provincial. Probablemente resulte indispensable una coalición del PP con C’s y Vox si el voto se fracciona tanto como se barrunta.

El posible protagonismo del partido naranja depende de un crecimiento electoral probable pues debería subir de los 7.000 votos que tuvo en toda la provincia en el 2015, traducidos en dos concejales: María Rey, en Pontevedra y un edil en A Lama. Además estarán a expensas del efecto añadido que surtan fichajes como el del exconselleiro Diz Guedes, alcaldable en Tui. No obstante, las opciones de C’s pueden terminar encorsetadas entre el PP y la irrupción de la ultraderecha. Vox ha venido para quedarse, según reiteran sus portavoces, que andaban enfaenados este fin de semana en montar una gestora provincial para armar una estructura de partido. Estiman sacar dos concejales en Pontevedra, uno en Vigo y picar en otras villas principales para convertirse en árbitros. Su potencial es toda una ecuación a despejar.