La cascada donde se obran milagros

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro / María Hermida

A Barosa estaba seca y muerta. Llovió, resucitó y estos días ofrece un espectáculo único; el de los reos remontando el río

17 dic 2017 . Actualizado a las 15:02 h.

Debía ser mediados de agosto de este mismo año. Tras meses con la lluvia bajo mínimos, un peregrino bien conocedor de la cascada de Barosa se ponía al pie de la misma, de unas piedras por las que prácticamente no caía ya agua, y reflexionaba en voz alta: «Esta cascada es bonita hasta cuando no hay cascada». No le faltaba razón. El parque natural de Barro se vende solo hasta sin agua. De hecho, las miles de personas que lo visitan al año suelen hacerlo en verano. Es una lástima. Deberían volver en otoño o invierno y darse cuenta de lo que se perdieron. Lo hablaban entre ellos Jorge López, Yoyo, Gonzalo Oubiña y José Manuel Amoedo, Moe, que comparten sociedad en el bar que hay en los molinos, a pie de la cascada. «Isto despois de chover ben é espectacular. Estaba case seca e o domingo pasado xa se recuperou», decían al unísono. Luego, giraban las cabezas hacia el agua, se dejaban mecer por el ruido ensordecedor de la misma y descubrían uno de esos milagros que estos días esconde el río Agra.

Cada pocos minutos, un reo saltaba como loco en medio de la cascada, como si quisiese trepar por las piedras. «Están intentando remontar o río, os reos soben ata a cima da cascada e alí desovan. Isto adóitano facer no mes de maio, pero como non houbo auga, mira ti, estano facendo agora mesmo», contaba Gonzalo. «¿Que soben ata arriba, estás de broma?», preguntaba Jorge, incrédulo. «Si, soben, téñoas visto subir en manada case. O que pasa é que de momento non hai suficiente auga», insistía Gonzalo, mientras los reos y truchas sufrían para intentar trepar. Había peces grandes, pequeños, los había que saltaban alto, los que se quedaban a medias... Bastaba con esperar unos minutos para verlos en acción. Salvando las enormes distancias, los animales mostraban el mismo instinto que muchos de quienes llegan a A Barosa. Porque ver la cascada es bonito. Pero recorrerla entera, ir persiguiendo su nacimiento lo es mucho más. Encima, puede hacerse siguiendo la ruta de senderismo que pasa por el entorno, de no más de tres kilómetros. Lo saben bien incluso muchos peregrinos que, con los pies ampollados de la ruta hacia Compostela, hacen el circuito circular igualmente para divisar la cascada desde todos sus ángulos.

El hecho de que A Barosa se haya convertido en un punto de visita obligada para los peregrinos del Camino Portugués, en realidad, es otro de esos milagros de la cascada. Y hay más. Hay uno que genera dinero contante y sonante. Cuando en el 2012 Jorge, Gonzalo y José Manuel cogieron la concesión del bar, llamado Muiñada de Barosa, aquello era una tasca. Ahora es otra historia. Las cifras hablan por sí solas. Este verano tuvieron lugar en él unas veinte bodas y treinta bautizos. Amén de que visitaron sus molinos tres mil escolares porque ellos ofertan talleres de confección de pan y etnografía. El alcalde, José Manuel Fernández Abraldes, repara en la cuestión nupcial, y dice: «Este ano A Barosa foi o sitio onde máis casei. Mira que fun veces aí... e non me estraña, son vodas preciosas».

Los novios no volverán hasta primavera o verano. Tampoco lo harán la mayoría de visitantes. El viernes solo había un forastero en el lugar. Pero, mientras tanto, el espectáculo de los reos y los colores otoñales seguirá, al menos mientras llueva. Todavía hay tiempo para no perdérselo.