El síndrome de Calimero

PONTEVEDRA

capotillo

El gobierno municipal se muestra incapaz de llegar a acuerdos y, ante la previsible derrota presupuestaria, se enroca frente a la oposición

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuatro de los cinco grupos municipales de la corporación local, que suman 13 concejales, y por tanto, mayoría absoluta, se están planteando darle un severo escarmiento al gobierno municipal de Miguel Fernández Lores, aprovechando el inminente debate de los Presupuestos del Ayuntamiento para el 2017.

PP, PSOE, Marea y Ciudadanos llevan un año barruntando desquitarse de la faena que les hizo el BNG para aprobar el orzamento del 2016, aprovechando la baja médica del concejal popular César Abal y valiéndose del voto de calidad del mismísimo alcalde, que desequilibró la balanza a su favor. Una maniobra éticamente discutible, aunque legalmente posible. Pero aún escuece en los bancos de la oposición municipal, que ahora acaricia la posibilidad de tomarse la revancha contra el Lores team.

El pleno que la corporación celebrará el lunes 24 va a ser un barómetro de la presión que ya se experimenta. La sesión viene preludiada por una serie de varapalos que la mayoría de la oposición ha infligido al gobierno en minoría.

El ejecutivo nacionalista ha apelado a negociar el próximo presupuesto municipal con todos los grupos de la corporación. Pero desde el PP hasta Ciudadanos, todos sospechan que se trata de una oferta en falsete. Y se disponen a apretar el nudo corredizo sobre el gobierno de Lores para asfixiarle por donde más le puede doler. Si el gabinete nacionalista pierde la autonomía para adoptar decisiones en materia económica, se va a sentir muy incómodo después de más de 16 años de estar acostumbrado a dar pocas o ninguna explicaciones sobre el destino de los dineros municipales.

La reacción del gabinete nacionalista ha reproducido los moldes que ya estila desde que hace casi año y medio, acudimos a las urnas. Los pontevedreses decidimos que no hubiera mayoría absoluta y por tanto que se negocie entre los grupos de la corporación. Pero el gobierno de Lores va con orejeras. No se quiere dar por enterado. Y frente a los votos en contra que se le avecinan, reaccionan con el síndrome de Calimero. Cascarón en la cabeza y a considerarse las víctimas de la situación. Como el pequeño pollo de los dibujos animados que se consideraba un permanente desafortunado.

Al alcalde no le ha faltado tiempo en estos días previos para repetir el argumento, ya tan manido, de invitar a los restantes grupos de la corporación a unirse y plantearle moción de censura. ¡Pufff! Ya aburre. ¿Es que acaso no hay margen alguno para la negociación entre el gobierno municipal con los restantes grupos de la corporación? Cuesta creer que no.

Lores se enroca

Una prueba de los tiempos difíciles que se avecinan se aprecia en dos decisiones relativas al propio equipo del alcalde. De una parte, con el mantenimiento de Luis Bará en el gabinete, a pesar de que su condición de flamante diputado autonómico y las propias normas internas del BNG, le obligarían a dejar el Concello y dedicarse solo al escaño en O Hórreo. Pero Lores es mucho Lores en el Bloque. Así que como dice el refrán «quien hizo la norma, hizo la trampa». De modo que Luis Bará seguirá siendo el concejal Messi del gabinete; con una retahíla de competencias que, además tendrá que compatibilizar con sus ocupaciones parlamentarias.

Y el segundo detalle del enroque del gabinete municipal viene dado por la recuperación de César Mosquera para la junta de gobierno de los lunes. Desde que había asumido la vicepresidencia de la Diputación, Mosquera Lorenzo estaba desconectado del Concello. Pero Lores le quiere de nuevo a su lado, en una etapa en la que la experiencia política de un viejo rockero como César les puede servir de brújula para navegar entre las tempestades políticas que se avecinan en el Ayuntamiento.