El divorcio de Lourizán

LA SEMANA DE EUGENIO GIRáLDEZ

PONTEVEDRA

Elnosa cumple plazos con la Xunta de Galicia para facilitar el traslado de su factoría mientras que Ence sigue a la espera de qué sucede con su futuro

07 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La semana nos ha dejado noticias bien diferentes sobre Ence y Elnosa, tan dispares como hoy en día resultan ser sus respectivas expectativas de futuro entre nosotros. La primera sigue atrincherada, convencida de defender su posición; la segunda firmó la rendición y negocia las condiciones de la retirada.

Ya quedan muy atrás los tiempos en que los periodistas hablábamos del «complejo industrial de Lourizán» para referirnos a ambas fábricas que mantuvieron durante muchos años, un matrimonio de conveniencia. Se necesitaban mutuamente; sobre todo por los procesos de elaboración de la celulosa que requería cloro para blanquear la pasta. No sé si el cloro une tanto, pero fueron décadas de frente común ante las Administraciones, los medios de comunicación y la sociedad pontevedresa.

Fueron otros tiempos. Después de que papá Estado (a través del extinto INI) se deshizo de ambas para hacer caja con sus privatizaciones, han corrido diferente suerte. Lo acreditan sus respectivas trayectorias. ENCE tomó una ruta divergente desde que incorporó el blanqueo de la pasta celulosa con oxígeno. Fue la separación. Después los diferentes propietarios que han tenido una y otra, han acentuado las distancias hasta llegar al presente. Al divorcio de Lourizán.

Elnosa se muestra obediente con los mandatos del gobierno de Feijoo. Ya entregó a la nueva responsable de la Consellería de Medio Ambiente una doble propuesta con los posibles emplazamientos alternativos para trasladar su fábrica en tres años.

Una de esas opciones contempla una mudanza a un punto de la comarca de Pontevedra (quizás en alguno de los muchos parques empresariales/polígonos industriales vacíos). Y la segunda alternativa pasa por un traslado a algún otro emplazamiento de Galicia.

Secuencia escalonada

La operación que Agustín Hernández dejó negociada con la sociedad portuguesa CUF, principal accionista y propietaria de Elnosa, para el cierre y traslado de la clorera mediante una secuencia escalonada, evidencia que cuando se quiere, se puede. En este caso, dos quieren y pueden. Y las perspectivas de que Electroquímica del Noroeste dejará de utilizar mercurio en su proceso productivo en el plazo de tres años, junto con la prolongada crisis económica cuyo final ni se atisba, motivan que el traslado sea un asunto menos peliagudo de lo que cupo imaginar.

La llegada de una empresa que pueda ofrecer 80 empleos directos hace pensar que la población/comarca que sea destinataria de la nueva Elnosa, no creo que tenga muchos remilgos en extender la alfombra roja.

Por el contrario la pastera continúa haciendo oídos sordos al pretendido horizonte 2018. Ence sigue aferrada a la esperanza de un cambio legislativo que aguarda del Gobierno de Rajoy. Suspira por el reglamento que desarrolle la nueva Ley de Costas para puentear a la Xunta y amarrar la continuidad en su asentamiento de siempre en la ría de Pontevedra por muchos años más. Conforme a esa estrategia sigue y seguirá mandando recados tanto a Rajoy como a Feijóo, esperando de uno y otro lo que será una pura decisión política.

300 empleos al garete

Los últimos acontecimientos en el grupo Energía y Celulosa acentúan ese discurso. La sociedad que preside Arregui ha decidido que la factoría de Huelva deje de fabricar pasta de celulosa después de «varios años de malos resultados económicos y pérdida de competitividad», según la versión oficial. Casi 300 empleos se irán al garete en la comarca onubense que verá como Ence reconvierte la vieja celulosa en un centro de generación de energía renovable mediante biomasa, para lo que resuelve con un plantel muy corto de técnicos y operarios.

Mientras la fábrica asturiana de Navia se beneficia de las incertidumbres de Pontevedra y del cerrojazo de Huelva, acopiando las mayores inversiones del grupo empresarial.

Por cierto, lo ocurrido con la planta de celulosa de Huelva demuestra que el mercado puede cerrar lo que los políticos son incapaces. También podría ocurrir cualquier día de estos en Pontevedra.