Castella y Luque, por la puerta grande

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

Los dos matadores se repartieron cinco orejas en la primera corrida de A Peregrina

03 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El cielo estaba algo plomizo, sopor que contagió a algunos de los toros de la ganadería Alcurrucén que ayer saltaron a la arena en Pontevedra. Poco dados a embestir y, por momentos, escasos de fuerzas, los astados dejaron todo el espectáculo en manos de los toreros, que se lo tuvieron que bregar.

Finalmente, Sebastián Castella, que cortó sendas orejas a sus dos reses, y Daniel Luque, que logró dos con el tercero de la tarde y otra con el que cerró la lidia, lograron abrir de par en par la puerta grande de la plaza de Pontevedra. Por su parte, Enrique Ponce no tuvo suerte ni con los dos astados que le tocaron, ni a la hora de entrar matar, ya que falló estrepitosamente con el estoque.

Precisamente fue Ponce el primero en abrir tarde con Barbero, un animal falto de fuerzas, que apenas embistió y que, en varias ocasiones, dobló las rodillas ante la exasperación del público -la plaza registro poco más de media entrada-. Con Rompecharcos la historia, a grandes rasgos, se volvería a repetir. De nada le sirvió brindar la faena al actor Francis Lorenzo, el eterno comisario de Águila Roja, aunque también es cierto que el de Chiva arriesgó más, puso mayor empeño, pero, de nuevo, erró con la espada. En ambas lidias recibió un aviso.

El francés, por su parte, arrancó su lidia con Gaitero arriesgando: dio sus primeros pases con la muleta sentado sobre el estribo. Frente a una res que se dispersaba mucho y falta de recorrido, Castella tuvo que poner toda la carne en el asador aunque eso tuviese que significar arrojar las manoletinas al aire y arrimarse al toro descalzo. Una estocada certera y de premio una oreja que, mientras daba la vuelta al ruedo, regaló al público.

Con Verdulero, el de Béziers volvería recoger los olés y los aplausos de los aficionados optando por un toreo arrimado. Y para la bola, su segundo apéndice de la tarde y con él, la puerta grande.

¿Y qué decir de Daniel Luque? Tras ser uno de los triunfadores de la pasada feria de San Isidro se le vio seguro, muy seguro. No en vano, en su primero, tuvo que remontar dos situaciones que hubieran desmoralizado al más pintado. Por un lado, el toro que le tocó en suerte hizo honor a su nombre, Pianista, y demostró tener las manos delicadas hasta el punto de cojear a las primeras de cambio. Tuvo que ser sustituido y el de Sevilla salió ganando.

El segundo hándicap vino dado por su propia cuadrilla, cuyos banderilleros ofrecieron un espectáculo inclasificable con el sobrero, de nombre Afectísimo -la verdad es que ayer no fue el mejor de los días, ni mucho menos, para los banderilleros- Sin embargo, Luque hizo de tripas corazón y a base de pundonor convirtió los pitos en fervor hacia su persona. Con una parte del público ya en pie, entró a matar y, pese a que pinchó en una ocasión, logró que el presidente de la plaza, presionado por una multitud de pañuelos blancos, le concediese dos orejas.

También su segunda lidia, en la que se enfrentó a Herrerito, tuvo premio: una oreja. Fue, otra vez, una faena muy trabajada, en la que Luque no dudó en demostrar arrojo y que lo que logró en San Isidro había sido flor de un día.

Ponce se fue de vacío tras fallar estrepitosamente a la hora de entrar a matar