Cuando la investigación falla

Alfredo López Penide
López penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Robos, asesinatos, desapariciones... La crónica negra de Pontevedra está plagada de casos a los que, pese a los esfuerzos policiales, rodea un halo de misterio. Están sin esclarecer

30 mar 2014 . Actualizado a las 08:00 h.

El pasado año, cerca de 12.500 de los 31.961 sucesos investigados por las fuerzas del orden en la provincia quedaron sin resolver. En su mayor parte fueron sucesos de escasa entidad, pequeños hurtos, robos o daños. Es algo que se repite año tras año. Sin embargo, en ocasiones, lo que queda sin esclarecer son crímenes, desapariciones o robos de gran calado como el que sufrió, sin ir más lejos, en marzo del 2012 una conocida tienda de moda de Loureiro Crespo.

En las últimas décadas, una serie de sucesos han desvelado a los investigadores. En este marco, tal vez, uno de los que más ha mantenido y sigue manteniendo en vilo a la sociedad pontevedresa es el relativo a la desaparición de Sonia Iglesias. Cuando ya han transcurrido tres años y medio de aquel 18 de agosto del 2010, solo una persona permanece imputada en una causa judicial que se sigue por un supuesto delito de detención ilegal.

En la actualidad, tanto la defensa de Julio Araújo como la acusación particular que ejerce la familia de la pontevedresa y la Fiscalía tienen puestas sus miradas en los magistrados de la Sección Cuarta de la Audiencia de Pontevedra. En buena medida, en sus manos está el futuro inmediato del proceso, ya que deben decidir si aceptan que se emplee el georradar en el Monte Castrove, así si procede la comparecencia de los policías que intervinieron en el caso.

Un pronunciamiento negativo podría derivar en la solicitud de desimputación de Julio Araújo, el compañero sentimental de la pontevedresa y padre del hijo que ambos tienen en común.

No es esta la única desaparición rodeada de misterio que se ha registrado en Pontevedra. En medios policiales se recuerda a José Ramón Pazos Pérez, Pachi, un músico del que no sabe nada desde principios de los noventa -la denuncia fue interpuesta en enero de 1991-. Son múltiples las versiones que se pueden escuchar de lo que pudo ocurrir, que si fue víctima de un crimen pasional, que si ingresó en los Hare Krishna, que si decidió iniciar una nueva vida fuera de Pontevedra...

Su caso se reactivó brevemente en el 2011 como consecuencia de unas pesquisas que llevó a cabo la Guardia Civil para tratar de localizar a otra desaparecida, María José Arcos.

Los investigadores consideraron entonces que podría existir un nexo entre ambas personas. Y es que tanto uno como otro estuvieron relacionados con quien llegó a ingresar en prisión provisional en el marco de la instrucción judicial de la ausencia de la compostelana, si bien, en la actualidad, no pesa sobre esta persona cargo alguno.

Lo cierto es que las indagaciones condujeron a los guardias hasta varias de sus propiedades en el municipio de Cotobade, donde emplearon sin éxito el georradar. Se da la paradoja de que a escasa distancia de estas fincas se ubica el escenario de otro crimen sin resolver, por el que, curiosamente, también fue interrogado, al igual que otros vecinos, la persona investigada por María José Arcos.

Como cada domingo, el 21 de diciembre del 2003, una vecina de Tenorio acudía a la misa del mediodía cuando se encontró, tendido en un charco de sangre, el cadáver de Jorge Pazos Domínguez, de 65 años. La autopsia determinó que falleció como consecuencia de un disparo con una escopeta de caza. Los perdigones le alcanzaron en el cuello cuando se encontraba a la entrada del garaje de su casa.

También uno de los perros del fallecido fue alcanzado por proyectiles. En el 2005, la Audiencia de Pontevedra confirmó el archivo del sumario. Hasta el momento no fue localizado ni el autor del disparo, ni el arma.

Otro homicidio sin autor conocido fue el de la joven Yasmina Soto-Quiroga Peralba, cuyo cadáver fue localizado en las inmediaciones del Lago de Castiñeiras el 28 de agosto de 1988 después de que su familia hubiera denunciado su desaparición el 30 de mayo del mismo año. Su muerte cosida a puñaladas es un caso que, si bien habría prescrito, aún estremece a la parroquia marinense de Seixo.

Mejor suerte corrió un vecino de Poio que en noviembre del 2006 fue tiroteado en su casa en lo que se cree pudo ser un intento de atraco. Al parecer, tres ladrones quisieron hacerse con el dinero que guardase en su piso de O Casal, un robo en el transcurso del cual recibió un balazo que le fracturó el peroné.

Todos estos casos, pese a su disparidad, comparten el que aún tengan el marchamo de estar sin resolver.