Entre tejidos y alfombras

Chelo Lago

PONTEVEDRA

Ángel Filgueira comenzó en el negocio con su madre y ahora, sus hijos tomaron el relevo de un establecimiento dedicado a ropa para el hogar

21 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La saga de comerciantes se inició con la abuela, Luisa Boullosa Crespo, que abrió la primera y modesta tienda -tejidos Luisa se llamaba- de tejidos y paquetería, en la Plaza de Abastos, a finales de los años 40. Su hijo, Ángel Filgueira Boullosa, entonces un crío, le ayudaba.

«Inauguramos la nueva plaza -comenta Ángel Filgueira-. Teníamos el comercio en los locales interiores y vendíamos tejidos y paquetería: mandiles, pantalones, medias...»

Pero el local se les quedaba muy pequeño y en el año 1955 decidieron ampliar y montar otra tienda en la calle San Román, muy cerca de A Ferrería. «Estuvimos unos dos meses manteniendo los dos establecimientos -recuerda, y luego ya nos quedamos solo con la grande». Allí trabajaban madre e hijo hasta que este se casó, en el año 1963, y se incorporó al negocio familiar su mujer, Olga Conde Boullosa. «Mi madre -dice Beatriz Filgueira- era la típica niña hija única, que no hacía nada hasta que se casó».

El negocio fue prosperando y en el año 1979 el matrimonio decidió abrir un nuevo establecimiento, en este caso en la calle Santa Clara. «Lo llamaron Olbe, sin nada más, por las mujeres de la familia, mi madre, Olga, y por mí, Bea», explica la hija.

El matrimonio se turnaba, uno por la mañana y otro por la tarde, para atender los dos establecimientos y seguir, de ese modo, en contacto con todo, ya que en San Román vendían telas y en la nueva, hogar. Para el nuevo comercio contactaron con firmas punteras y se especializaron en ropa para el hogar -mantas, edredones, colchas, sábanas, toallas, albornoces, cortinas...-, mientras que en el antiguo había sobretodo, telas de confección.

Tras unos años, en 1996 decidieron cerrar el de la calle San Román, pues Olga Conde se encontró con cuatro personas dependientes en casa y tuvo que dejar de trabajar para atenderlas.

Los hijos, Sebastián y Beatriz, se puede decir que se criaron entre tejidos y comentan con humor que «con 6 años ya sabíamos medir y sumar, aprendimos en la tienda más que en el colegio».

Con el paso del tiempo, los dos se incorporaron al negocio familiar de forma definitiva y ahora son los que lo llevan. Sebastián lo hizo sobre el año 92, después de estudiar Derecho, y su hermana, Beatriz, en el 97, tras haber cursado Relaciones Laborales.

En el año 2000 abrieron una nueva tienda, dedicada en exclusiva a alfombras, en la misma calle Santa Clara, casi enfrente del otro comercio, y en ella tienen también el taller de cortinas. «Nosotros -dice con orgullo Beatriz- confeccionamos y hacemos nosotros mismos las cortinas, no damos nada fuera, no generamos dinero negro. Tenemos una modista que lo hace».

Aunque su hermano va más por las casas a tomar las medidas, los dos saben hacer de todo en el negocio. «Aquí si se va uno de vacaciones no se paraliza nada, porque los dos sabemos hacer de todo, desde escaparates, a medidas o a la contabilidad, aunque si estamos todos, una parcela la lleve uno más que otro».

Sobre la tan manida crisis, dicen que afecta, «pero entre comillas». «Mis padres -comenta Beatriz- afortunadamente tuvieron tiempos mejores, porque entre otras cosas, tampoco había tanta competencia como ahora, tanto horario libre, pero gracias a Dios, se va llevando».

También comenta que «trabajar en familia es difícil, hay que saberlo llevar. Hay que cerrar la puerta y saber que el trabajo es el trabajo».

«Aquí, ante los clientes, salvo que los conozca, Sebastián es mi compañero y así lo presento si tengo que llamarlo, nunca como mi hermano». Y remarca: «Pero si hay que discutir, en el trabajo del trabajo, y fuera, de cualquier otra cosa».