«El Hotel Universo marcó una época en la sociedad pontevedresa»

PONTEVEDRA

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El prestigioso anticuario y galerista recuerda el emblemático establecimiento hotelero que llevaba el sello del artista Rafael Alonso como diseñador de interiores

12 ene 2020 . Actualizado a las 17:21 h.

El Hotel Universo fue uno de esos edificios que sucumbieron a la piqueta del bum urbanístico de finales de los años setenta. Se ubicaba en la esquina de Benito Corbal con Sagasta, donde hoy está la tienda principal de Zara, y su jardín llegaba hasta la actual confluencia con Cruz Gallástegui.

Jaime Trigo nació en el primer hotel Universo que fundó su padre en Lisboa. El de Pontevedra fue el segundo. Un tío suyo montó un tercero en Luanda, en la Angola colonial, y otra rama de la familia que emigró a México y a Brasil, llegó a crear el cuarto en el país carioca. Así que más universal imposible.

El Universo de Pontevedra abrió sus puertas en el año 1958 «en un momento clave de resurgimiento de la vida social y marcó una época en esta ciudad», comenta. Sin gran lujo, era lo que hoy denominaríamos chic (elegante, distinguido y de moda) y fue pionero en muchos aspectos de la hostelería, siempre bajo el signo de la modernidad.

Él y su hermano Rafael estaban al frente de este hotel, con Jesús Díaz como colaborador imprescindible. Estaba lleno casi todo el año y alojó a ilustres huéspedes de la diplomacia y la política española, artistas y toreros. «Recuerdo haber tenido alojados al mismo tiempo a una decena de embajadores que estaban de visita en Galicia; todos los actores de las compañías de teatro que actuaban en el Malvar se hospedaban en el Universo y todos los toreros de los carteles de la Peregrina eran también clientes fijos en agosto», explica.

Pero, además, su cafetería, su restaurante, su boite y sus salones de té eran un lugar de encuentro de la sociedad pontevedresa. «Los primeros whiskis, cuando todavía no era una bebida popularmente extendida en provincias, se sirvieron en el Universo. Y a la gente le costó acostumbrarse al buenísimo café que traíamos de Portugal, porque los paladares estaban habituados de aquella al sucedáneo de la achicoria».

En los sesenta, las bodas de la «gente bien» se celebraran en los salones de este hotel o en sus jardines, el llamado «parque de verano». Las cenas de Fin de Año del Universo eran famosas «y tal era su éxito que para atender compromisos que quedaban sin reserva nos inventamos, con el mismo éxito, las cenas de la víspera de Reyes, en una época en la que la noche del cinco de enero lo habitual era quedarse en casa con los niños», recuerda Jaime Trigo.

El hotel tenía su propia orquesta para animar las veladas. La primera fue la del famoso artista portugués Carlos Rocha, «que compartíamos seis meses al año con el Casino de Estoril». Y después, contratamos al grupo pontevedrés los Blues de España, también buenísimo conjunto musical, que triunfó en toda Galicia».

La ambientación del Universo llevaba el sello del pintor Rafael Alonso, que destacó también como un gran diseñador de interiores. «Toda la decoración se la encargamos a ese artista extraordinario; todo lo diseñó él, desde los muebles, sillas, armarios, camas y cómodas de las habitaciones, hasta las lámparas y las molduras de escayola que adornaba las distintas salas, y por supuesto, los murales y cuadros llevaban su firma». Jaime Trigo todavía conserva y tiene a la venta uno de los cuadros de Alonso que estaba el salón de té.

La Boite del hotel también fue pionera en Galicia. Primero, como sala de fiesta en versión moderna y algo más intimista para parejas, con música en directo, y luego ya, como discoteca abierta a la juventud pontevedresa, que formaba colas para acceder al único local de estas características que había en la ciudad. Aquella boite tenía un anexo que se llamaba La otra cara de la luna, que muchos recordarán por sus famosas cúpulas de cristal en las mesas.

Jaime Trigo habla con pasión del Universo y cuando dejó de ser hostelero se lanzó al mundo del arte y las antigüedades, en el que alcanzó un gran prestigio profesional y en el que lleva treinta y siete años en activo Es miembro fundador y vicepresidente de la Federación Gallega de Anticuarios de Galicia.

Esta vocación profesional le vino dada por su pasión por viajar -recorrió medio mundo- y por el arte. «Todo empezó cuando monté, pensando en mi mujer, un primer negoció de artesanía en la calle Charino, con una pequeña sección de antigüedades que acabó invadiendo y cambiando la razón de ser de la tienda, que entonces se llamaba Altamira».

En el primer piso abrió una de las primeras galerías de arte de iniciativa privada que hubo en Pontevedra, con obras de artistas tan relevantes como Sotomayor o como Laxeiro y Colmeiro y el mismo Ruibal, cuando éstos últimos aún no eran conocidos.

De allí se trasladó a la plaza de Curros Enríquez, donde ocupó el bajo del Edificio de Olmedo, que se acaba de rehabilitar y al que le dio un valor añadido. Y más tarde, a finales de los noventa, inauguró su actual galería de arte y tienda de antigüedades, ubicada en la rúa de la Estación, que a nadie pasa desapercibida por el gran jardín escultórico al aire libre que tiene a la entrada.

Jaime Trigo quiere desmitificar la idea del arte como inasequible para una economía media. «No hay que ser millonario para tener una obra buena», dice. Y añade que tampoco hay que ser un entendido para apreciarlo, «lo importante es tener sensibilidad».